Saturday, September 08, 2007

 
Leonor Fini
Muchos baños, poco tiempo

En estos días, ese tipo de escenas marcan el camino hacia la disculpa, la asesoría psicológica y la rehabilitación. Quizás podría eliminarse del ritual la aparición de la esposa. Junto a una ristra de votos para establecer la política de "no pregunten, no digan" y para prohibir el matrimonio homosexual, Craig deja como legado político la reveladora frase "postura amplia", que puede unirse a "gran tinglado" e "iglesia amplia" como el mejor intento para hacer parecer al partido republicano más "amplio".
Pero hay en realidad una posibilidad —con chances de un 38 por ciento para ser más precisos— de que el senador pueda llegar a un acuerdo con la Fiscalía en la acusación de hipocresía.
En su estudio de los hombres que frecuentan baños públicos en busca de sexo, el sociólogo Laud Humphreys descubrió que el 54 por ciento estaban casados y viviendo con sus esposas, el 38 por ciento no se consideraban a sí mismos homosexuales o bisexuales y solamente el 14 por ciento se identificaban como abiertamente gays.
Tearoom Trade: Impersonal Sex in Personal Places, una tesis doctoral que fue publicada en 1970, detalla la modalidad de dar pataditas en el piso, hacer gestos con las manos y otras tácticas que han sido abiertamente divulgadas en el baño de hombres del aeropuerto de Minneapolis-St. Paul. Fue allí donde arrestaron a Craig en junio por presuntamente solicitar sexo a un policía encubierto.
Posteriormente, Craig se declaró culpable del delito menor de conducta inapropiada. Luego de hacerse público el caso, el republicano de Idaho anunció el sábado su "intención de renunciar" al Senado, a hacerse efectiva el próximo 30 de septiembre.La palabra tearoom (salón de té) parece haberse convertido en algo arcaico, pero en todos los otros aspectos la fidelidad a la tradición es impresionante. Los hombres entrevistados por Humphreys querían lo que muchos hombres desean: un encuentro sexual que fuera rápido y fácil y que no implicara vino o cena. Algunos de los heterosexuales también habían desarrollado entre ellos una táctica para manejarse: compensaban su conducta adoptando posiciones muy conservadoras en público.
Humphreys, un ex sacerdote episcopal, acuñó la frase "armadura de rectitud" para describir esta mezcla de represión y negación. Así que es bastante razonable que cuando Craig sostiene que no es gay, honestamente cree decir la verdad. Sin embargo, esto todavía deja un leve misterio.
Durante la década del 60, la homosexualidad era en general ilegal y los gays estaban obligados a dirigirse a los lugares a los cuales en algún momento cada hombre y muchacho en el mundo necesitan ir. En la actualidad, en cambio, cualquiera que desee una caricia masculina instantánea puede buscarla en línea o ir a un lugar de veraneo discreto. Aun así, muchos persisten en frecuentar el tearoom, donde se arriesgan a ser arrestados, no por su sexualidad, sino por una "conducta inapropiada". ¿Por qué?
En mi juventud era amigo de Tom Driberg, un político británico que puso un tope alto al aludir a estos asuntos. En su libro de memorias Ruling passions describió su "relación de amor-odio por los baños". Podía hablar con gran conocimiento de la variedad y maravilla de estas "comodidades públicas", como las bautizó el eufemismo victoriano.
En Gran Bretaña se les llamaba cottages (casitas), en lugar de tearooms, y un cottager experimentado conocía todos los pormenores, si me perdonan la expresión. En Londres, estaba el espacioso baño subterráneo en Leicester Square. En ese sitio, la pasión se dirigía a los miembros de las fuerzas armadas. Había uno en el Institute of Contemporary Arts, muy favorecido por los estetas. En un tabique alguien había garabateado "tenga cuidado con los bailarines del limbo". (Los graffitis en los cottages son parte de la diversión. En el muro del baño de Paddington Station decía: "Tengo 9 pulgadas de largo y 2 de ancho. ¿Interesado?". Y debajo, en diferente letra: "Fascinado, cariño, pero ¿qué tan grande es tu verga?").
En Clapham Common, el baño de los hombres había adquirido una reputación tan lujosa por la variedad de acciones sensacionales que se realizaban en sus recintos, que una vez escuché decir que "si alguien llegaba allí para una buena y honesta cagada, había un respiro de aire fresco".
Estoy divagando, tal vez. Lo que me dijo Driberg fue esto: "Las emociones eran de dos tipos. Primero venía la angustia del peligro: el riesgo permanente de ser atrapado y expuesto. Segundo, existía un sentido de superioridad, de aquel que lleva una doble vida. Qué felicidad era entrar en la Cámara de los Comunes, reverenciar al presidente del parlamento y ubicarse en su asiento, habiendo tenido cinco minutos antes sexo oral con un guardia (y, en una ocasión inolvidable, con un policía) en los baños de St. James’ Park".
Driberg fue defensor de los derechos de los gays y siguió como tal incluso luego de ser ascendido a la Cámara de los Lores (donde me dijo que pasaban más cosas en el baño de lo que la mayoría imagina). Pero fue con un amago de melancolía que votó por la exitosa revocación de las leyes que convertían la homosexualidad en un delito. "Echo de menos los viejos tiempos", decía con cierta nostalgia.Bueno, se legalizó la conducta homosexual solamente "en privado", así que pudo (y lo hizo) cortejar el peligro en lugares públicos.
La Cámara de los Lords debatió si una pausa en un baño público se incluía dentro de la "privacidad": la razón es que en Gran Bretaña uno tiene que poner dinero en una ranura para poder entrar, y esto podía ser considerado como un pago de alquiler. Sin pensarlo mucho o intentar adentrarme por el camino de un psiquiatra amateur, pienso que no es arriesgado asumir que muchos de los visitantes de baños públicos tienen la necesidad de ser atrapados. Y esto puede ser más verdadero en todos aquellos que están acorazados con la "armadura de la rectitud".
De manera que la próxima vez que usted escuche un discurso particularmente moralizador, ponga el cronómetro. No tendrá que esperar demasiado antes de que el hombre que pronunció el discurso sea encontrado agachado torpemente, aunque en éxtasis, mientras el goteo de la cisterna y el tirón de la cadena lo enloquecen como el vino.
Christopher Hitchens,Columnista de Vanity Fair y de Slate. c.2007 WPNI Slate. Fuente: El Espectador

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