Friday, February 17, 2006
La lengua desatada
Es curiosa la actitud de los Rolling Stones ante la tarea de emprender su biografía personal, narrada por ellos mismos, a la manera de Anthology de los Beatles. Se llama According to The Rolling Stones y es un relato desapasionado y apasionante precisamente por su falta de romanticismo.
¿Qué banda de rock se atreve a, o cree que es una buena idea, incluir entre los invitados a escribir pequeños ensayos sobre su carrera a su contador personal, por ejemplo? Bueno, los Rolling Stones lo hacen, y allí está el banquero Príncipe Rupert Loewenstein, encargado de las finanzas del grupo, escribiendo sus recuerdos; y no sólo eso: su hija Doris es la editora.
Los Stones se piensan, claramente, como una empresa, pero sin ambages ni dudas; todos sus recuerdos, además, están teñidos de un escalofriante darwinismo. Verlos hoy, con más de sesenta años, montados a giras que serían extenuantes para hombres treinta años más jóvenes, es una especie de aborto de la naturaleza, o un acto pionero como de hombres en Plutón.
Y en sus recuerdos encarnan esa selección natural trasladada crudamente a la cuestión económica; dejan claro que no sólo hace falta suerte, talento y físicos privilegiados, sino una comprensión cabal del capitalismo y el funcionamiento inexorable del negocio del espectáculo, por decirlo de una manera ampulosa.
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Es curiosa la actitud de los Rolling Stones ante la tarea de emprender su biografía personal, narrada por ellos mismos, a la manera de Anthology de los Beatles. Se llama According to The Rolling Stones y es un relato desapasionado y apasionante precisamente por su falta de romanticismo.
¿Qué banda de rock se atreve a, o cree que es una buena idea, incluir entre los invitados a escribir pequeños ensayos sobre su carrera a su contador personal, por ejemplo? Bueno, los Rolling Stones lo hacen, y allí está el banquero Príncipe Rupert Loewenstein, encargado de las finanzas del grupo, escribiendo sus recuerdos; y no sólo eso: su hija Doris es la editora.
Los Stones se piensan, claramente, como una empresa, pero sin ambages ni dudas; todos sus recuerdos, además, están teñidos de un escalofriante darwinismo. Verlos hoy, con más de sesenta años, montados a giras que serían extenuantes para hombres treinta años más jóvenes, es una especie de aborto de la naturaleza, o un acto pionero como de hombres en Plutón.
Y en sus recuerdos encarnan esa selección natural trasladada crudamente a la cuestión económica; dejan claro que no sólo hace falta suerte, talento y físicos privilegiados, sino una comprensión cabal del capitalismo y el funcionamiento inexorable del negocio del espectáculo, por decirlo de una manera ampulosa.
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