Saturday, February 11, 2006
Lesbianismo:Un lugar na fronteira
La cultura contemporánea no ha hecho sino afinar la sumisión y desligitimación de las mu-jeres, éste ha sido el hecho fundacional del patriarcado que se extiende y perfecciona en la cultura masculinista contemporánea, aunque haga el juego de apariencias democráticas e igualitarias. Detrás, existe una historia de represión donde las mujeres han sido desprovistas de la palabra y de proyectos políticos, lo que hace imposible salirse del lugar asignado. Es en este lugar simbólico donde se usa la sexualidad como un acto de apropiación que conlleva la dominación como idea de construcción cultural.
Para que todo este engranaje de significaciones opere, la historia de las mujeres ha sido focalizada en el ejercicio de amar sobre el pensar. El amor adquiere una dimensión invasiva y prioritaria, correspondiendo de esta manera al mandato cultural: las mujeres aman y los hombres piensan. En este espacio amoroso subordinado, las mujeres ejercen sus pequeños poderes, sus resistencias, sus tretas, sus influencias; único espacio de poder relativo que les pertenece. Contradictoriamente no somos las mujeres las amadas por la cultura, sino más bien, las deseadas, poseídas y temidas. Son los hombres los amados, tanto por las mujeres como por los propios hombres, construyendo así una cultura misógina que ama a los hombres y desprecia a las mujeres.
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La cultura contemporánea no ha hecho sino afinar la sumisión y desligitimación de las mu-jeres, éste ha sido el hecho fundacional del patriarcado que se extiende y perfecciona en la cultura masculinista contemporánea, aunque haga el juego de apariencias democráticas e igualitarias. Detrás, existe una historia de represión donde las mujeres han sido desprovistas de la palabra y de proyectos políticos, lo que hace imposible salirse del lugar asignado. Es en este lugar simbólico donde se usa la sexualidad como un acto de apropiación que conlleva la dominación como idea de construcción cultural.
Para que todo este engranaje de significaciones opere, la historia de las mujeres ha sido focalizada en el ejercicio de amar sobre el pensar. El amor adquiere una dimensión invasiva y prioritaria, correspondiendo de esta manera al mandato cultural: las mujeres aman y los hombres piensan. En este espacio amoroso subordinado, las mujeres ejercen sus pequeños poderes, sus resistencias, sus tretas, sus influencias; único espacio de poder relativo que les pertenece. Contradictoriamente no somos las mujeres las amadas por la cultura, sino más bien, las deseadas, poseídas y temidas. Son los hombres los amados, tanto por las mujeres como por los propios hombres, construyendo así una cultura misógina que ama a los hombres y desprecia a las mujeres.
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