Monday, March 20, 2006
Mi pareja me pega
Santander registra la primera denuncia de malos tratos entre una pareja de homosexuales de la comunidad El 32 por ciento de los gais confiesa haber soportado vejaciones de su pareja, pero la mayoría no los acusan
La llaman 'la violencia invisible'. Porque no se ve, o no se quiere ver, que de todo hay. De ahí que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no hayan recibido hasta ahora ni una sola denuncia. Ni el 'Emume' (Dirección General de Especialistas Mujer-Menor) de la Guardia Civil, ni tampoco el Servicio de Atención de la Familia con el que cuenta la Policía Nacional en Cantabria, tienen constancia de violencia doméstica en parejas homosexuales. Sin embargo todos admiten que existe; incluso en mayor medida que en las parejas tradicionales. Las heterosexuales.
Hay una excepción. La Policía Local de Santander veía días atrás como un hombre interponía una denuncia a su novio, con el que convivía desde hacía tiempo. Un parte de lesiones, y a casa. No fue precisa la hospitalización, y en la denuncia aparece como leit motiv un epígrafe radicalmente explícito: 'agresión sin testigos'. Todos saben que se trata de un caso más de violencia de doméstica, pero los efectivos policiales de la ciudad deben tramitar la denuncia como lo haría, por ejemplo, con una pelea callejera entre chavales. «Su caso no viene contemplado en la Ley Integral de Violencia de Género», explican.
Quizá por ello no se denuncia, o quizá también la ausencia de demandas obedece a que, a las dificultades propias a las que se enfrenta habitualmente una víctima de malos tratos a la hora de denunciar, los homosexuales suman más trabas. Legales y de conciencia: al denunciar deben obligatoriamente airear sus gustos de alcoba. Y, dicen los expertos, éso no es fácil.
O, al menos, insisten, no es del agrado de nadie.
¿Quién es quién?
Tropiezo tras tropiezo. Primero se alcanza el valor para escapar. Luego, para denunciar. Y finalemente, cara a cara, confesar al agente de turno que tu pareja te maltrata. Él lo apunta en su formulario.Hombre contra hombre o mujer contra mujer, se acaba apreciando como una lucha entre iguales. ¿Quíen es quíen? Esa es la pregunta.
Y donde se ve pelea, es en realidad dominación, sumisión y humillación. Como la que contempla la Ley Integral contra la Violencia de Género. «¿Género? Porqué no hablar de violencia de pareja. Se trata de una normativa elaborada desde el sexismo feminista; de proteger a la mujer por encima de todas las cosas, dejando de lado otros tipos de violencia entre personas con relaciones sentimentales, sexuales y afectivas. El resto de modelos de convivencia están desprotegidos», señala taxativamente el presidente de la Asociación de Gais y Lesbianas de Cantabria (Alega), Regino Mateo.
Y los datos corroboran la discriminación positiva que apunta con el dedo Mateo. «En Cantabria -aclaran desde el 'Emume' de la Guardia Civil- no existe ni un sólo centro de acogida para hombres, así que en el caso de necesitarlo no podrían hacer uso de la garantía que ofrece la Ley Integral de Violencia de Género para las mujeres».
La Benemérita cántabra asegura que en el caso de registrar una denuncia de malos tratos entre homosexuales, su proceder sería exactamente igual que el de una pareja convencional de un hombre y una mujer. Sin embargo desde las asociaciones de gais y lesbianas se piensa que de llegar a los Tribunales, se haría por analogía, no porque el reglamento así lo especifique. «De este modo - asevera el presidente de Alega- deja a la víctima en manos de la interpretación jurídica de los jueces, sumidos en la inseguridad legal». Lea más
Imagem: Juan José Aquerreta
Hay una excepción. La Policía Local de Santander veía días atrás como un hombre interponía una denuncia a su novio, con el que convivía desde hacía tiempo. Un parte de lesiones, y a casa. No fue precisa la hospitalización, y en la denuncia aparece como leit motiv un epígrafe radicalmente explícito: 'agresión sin testigos'. Todos saben que se trata de un caso más de violencia de doméstica, pero los efectivos policiales de la ciudad deben tramitar la denuncia como lo haría, por ejemplo, con una pelea callejera entre chavales. «Su caso no viene contemplado en la Ley Integral de Violencia de Género», explican.
Quizá por ello no se denuncia, o quizá también la ausencia de demandas obedece a que, a las dificultades propias a las que se enfrenta habitualmente una víctima de malos tratos a la hora de denunciar, los homosexuales suman más trabas. Legales y de conciencia: al denunciar deben obligatoriamente airear sus gustos de alcoba. Y, dicen los expertos, éso no es fácil.
O, al menos, insisten, no es del agrado de nadie.
¿Quién es quién?
Tropiezo tras tropiezo. Primero se alcanza el valor para escapar. Luego, para denunciar. Y finalemente, cara a cara, confesar al agente de turno que tu pareja te maltrata. Él lo apunta en su formulario.Hombre contra hombre o mujer contra mujer, se acaba apreciando como una lucha entre iguales. ¿Quíen es quíen? Esa es la pregunta.
Y donde se ve pelea, es en realidad dominación, sumisión y humillación. Como la que contempla la Ley Integral contra la Violencia de Género. «¿Género? Porqué no hablar de violencia de pareja. Se trata de una normativa elaborada desde el sexismo feminista; de proteger a la mujer por encima de todas las cosas, dejando de lado otros tipos de violencia entre personas con relaciones sentimentales, sexuales y afectivas. El resto de modelos de convivencia están desprotegidos», señala taxativamente el presidente de la Asociación de Gais y Lesbianas de Cantabria (Alega), Regino Mateo.
Y los datos corroboran la discriminación positiva que apunta con el dedo Mateo. «En Cantabria -aclaran desde el 'Emume' de la Guardia Civil- no existe ni un sólo centro de acogida para hombres, así que en el caso de necesitarlo no podrían hacer uso de la garantía que ofrece la Ley Integral de Violencia de Género para las mujeres».
La Benemérita cántabra asegura que en el caso de registrar una denuncia de malos tratos entre homosexuales, su proceder sería exactamente igual que el de una pareja convencional de un hombre y una mujer. Sin embargo desde las asociaciones de gais y lesbianas se piensa que de llegar a los Tribunales, se haría por analogía, no porque el reglamento así lo especifique. «De este modo - asevera el presidente de Alega- deja a la víctima en manos de la interpretación jurídica de los jueces, sumidos en la inseguridad legal». Lea más
Imagem: Juan José Aquerreta