Sunday, May 14, 2006
Homofobia
Podría pensarse que la marginación por la orientación del deseo es meramente algo propio del retraso, del bajo nivel socioeconómico y cultural. Sería muy fácil aceptar esta premisa y pasar a otro tema. Sin embargo, estamos contemplando un aspecto que va emparentado con los grandes tabúes de nuestra sociedad.
El dogma de que la sexualidad justifica su fin natural con la reproducción es bastante pernicioso. Implica que todo lo no tendente a ella será pecaminoso, enfermo o simplemente desviado de la norma estadística. En el fondo de éste subyace el rechazo al deseo homosexual —como también a la masturbación y, en general a todas las prácticas sexuales no destinadas directamente a lograr un embarazo—.
Es característico de nuestra tradición cultural judeocristiana el reduccionismo de la sexualidad al exclusivo fin natural: la procreación. No se puede obviar que la posición oficial de la Iglesia, —que no la de todos los católicos— es sexofóbica y hostil frente a la dimensión lúdica y placentera de la sexualidad. Y no digamos los planteamientos de otras confesiones, como el Islam, donde son encarcelados, maltratados y condenados a muerte. Se olvidan de que no sólo nos reproducimos, que el deseo, la atracción, las caricias, toda la sexualidad, en suma, cimientan los lazos humanos.
La sexualidad no es únicamente una estrategia de la naturaleza para asegurar la reproducción. Desde que nacemos —quizás desde antes— y durante absolutamente toda nuestra vida, la sexualidad no es ni más ni menos que una forma privilegiada de comunicación —como ya hemos dicho otras veces—, a la que todas las personas 'hetero' y 'homo' tienen derecho. Otra cosa es que la persona desee mantenerse célibe por las razones que sean y está en todo su derecho. Como hemos dicho muchas veces la sexualidad tiene que ser una elección y no una imposición.
La intolerancia hacia homosexuales se denomina 'homofobia'. Las personas homofóbicas, más que temer a los homosexuales, parece que tienen miedo a ser contagiados, a convertirse en homosexuales ellos mismos. Y este temor asocia homosexualidad con peligro, con algo sucio y feo; en lugar de considerar que sencillamente tienen los mismos sentimientos y deseos dirigidos a personas de su mismo sexo.
¿Se pueden avasallar de esa forma los derechos sexuales?
Fuente: El Mundo
Podría pensarse que la marginación por la orientación del deseo es meramente algo propio del retraso, del bajo nivel socioeconómico y cultural. Sería muy fácil aceptar esta premisa y pasar a otro tema. Sin embargo, estamos contemplando un aspecto que va emparentado con los grandes tabúes de nuestra sociedad.
El dogma de que la sexualidad justifica su fin natural con la reproducción es bastante pernicioso. Implica que todo lo no tendente a ella será pecaminoso, enfermo o simplemente desviado de la norma estadística. En el fondo de éste subyace el rechazo al deseo homosexual —como también a la masturbación y, en general a todas las prácticas sexuales no destinadas directamente a lograr un embarazo—.
Es característico de nuestra tradición cultural judeocristiana el reduccionismo de la sexualidad al exclusivo fin natural: la procreación. No se puede obviar que la posición oficial de la Iglesia, —que no la de todos los católicos— es sexofóbica y hostil frente a la dimensión lúdica y placentera de la sexualidad. Y no digamos los planteamientos de otras confesiones, como el Islam, donde son encarcelados, maltratados y condenados a muerte. Se olvidan de que no sólo nos reproducimos, que el deseo, la atracción, las caricias, toda la sexualidad, en suma, cimientan los lazos humanos.
La sexualidad no es únicamente una estrategia de la naturaleza para asegurar la reproducción. Desde que nacemos —quizás desde antes— y durante absolutamente toda nuestra vida, la sexualidad no es ni más ni menos que una forma privilegiada de comunicación —como ya hemos dicho otras veces—, a la que todas las personas 'hetero' y 'homo' tienen derecho. Otra cosa es que la persona desee mantenerse célibe por las razones que sean y está en todo su derecho. Como hemos dicho muchas veces la sexualidad tiene que ser una elección y no una imposición.
La intolerancia hacia homosexuales se denomina 'homofobia'. Las personas homofóbicas, más que temer a los homosexuales, parece que tienen miedo a ser contagiados, a convertirse en homosexuales ellos mismos. Y este temor asocia homosexualidad con peligro, con algo sucio y feo; en lugar de considerar que sencillamente tienen los mismos sentimientos y deseos dirigidos a personas de su mismo sexo.
¿Se pueden avasallar de esa forma los derechos sexuales?
Fuente: El Mundo