Friday, September 01, 2006

 
La Virgen de los Sicarios


Se trata de una película de hombres. Sólo aparecen dos mujeres: al principio la virgen y al final la madre. Creo que eso significa que, al menos en esta tierra paisa las vírgenes son madres, como lo fue la de Jesús, y no únicamente de él, y sobre todo las madres son vírgenes, quizá en el sentido de ignorar para qué engendraron.
Pero el hecho de ser una película en donde los protagonistas son físicamente del sexo masculino, no debe extrañarnos, pues en realidad somos una sociedad homosexual, en la que el contacto entre hombres y mujeres se hace sólo en la cópula y poco más. El resto de nuestras vidas transcurre entre hombres o entre mujeres. No somos todos maricas de milagro, aunque en el fondo todos somos un poco gays y todas un poco lesbianas. Sin embargo es una película en la que lo femenino está presente encarnado en el amor. Un amor entre hombres, pero con los mismos lazos, similares afectos y comunes dolores de todos los amores.
Parece una historia normal. Una cita fortuita, un adulto mayor con un joven adolescente, el eterno Tassio de Muerte en Venecia, una convivencia difícil, un final súbito y el principio de un nuevo amor.
La historia se empieza a tornar en universal cuando Fernando, ya confundido por su propio discurso, tan irreverente como familiar, se ve envuelto en la misma racionalidad de su amante. Digo familiar pues ¿quien no ha hablado mal del presidente, ha despotricado contra la iglesia y ha pensado que el mismo dios se equivocó al quitarle su hijo, su mujer o su amante? No es pues la irreverencia de Fernando lo que es importante. Lo es el hecho de la práctica de su experiencia cuando al lado de su discurso pacifista, comienza a ver que algunas muertes evitaron la suya. Por eso vacila y reniega, pero le compra, o mejor le consigue con un oficial conocido, más balas a su amigo que lo defiende hasta del ruido que lo mortifica. Este proceso de universalización de un tema cotidiano, llega a su clímax en aquella tremenda escena en la cual, lleno de odio contra el asesino de su amante, antes de dispararle, le pregunta "¿por qué?" Y la respuesta desvela los misterios ya planteados en las tragedias griegas y que, paradójicamente lo lleva a soltar el arma y rendirse ante el dolor y la impotencia.


Por: Alberto Vasco Uribe
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