Monday, January 29, 2007

 
Mujer vs. mujer


La primera impresión cuando se abre la puerta de la casa de Gabri y Ana es de pura tranquilidad. La habitación que han compartido durante 12 años evidencia calidez. Ana tuvo un matrimonio anterior -a escondidas- cuando apenas tenía 15 años, y tiene un hijo. Gabri tiene también una hija, Lina, de 20 años, de una unión anterior. Todo parece ser felicidad. Pero lo cierto es que además de haber superado los problemas de cualquier pareja (infidelidad, inseguridad, escasez de dinero), han tenido que luchar por merecer el respeto y la consideración de los demás dentro de un contexto social hostil. Ana y Gabri son dos mujeres lesbianas que se aman y tratan de llevar una vida normal como la de cualquier 'hijo de vecino'.
Como ellas, muchas homosexuales deben pasar por dificultades adicionales a las de cualquier pareja. "Yo me casé completamente heterosexual, enamorada del hombre, con vestido blanco, ramo y lluvia de arroz. Sufrí la infidelidad y el abandono de mi esposo, dice Gabri, y continúa: luego me enamoré de una profesora. Me sentí más cómoda con ella que con mi marido. Fue descubrir un mundo increíble, pero a su vez una decisión interesante y dura: elegir entre la seguridad y la comodidad social o desacomodarte, ser tú y pagar un precio altísimo por eso".
El primer reto que se presentó en el camino de la decisión de convivir juntas fue Lina, la hija de Gabri, que para ese momento tenía 8 años. "La idea fue irnos a vivir con ella y revelarle desde la cotidianidad que amar a otra mujer es otra forma de vivir, tan válida como cualquier otra. Siempre mostrándole con el ejemplo que no había miedo al rechazo ni a la culpa", recuerda Ana.
Al cabo de tres años, decidieron hablar con Lina sobre su relación. "En un paseo familiar le dijimos que éramos pareja. Lina nos dijo que ya lo sabía y que estaba bien para ella. Nos abrazamos y lloramos", recuerda Gabri. Lo positivo de todo esto para Lina ha sido haberse formado como una persona más crítica, más intolerante a la discriminación y a la injusticia, y con una amplia percepción del mundo.

Abriendo trocha

Después de tanto desmenuzar el tema por un lado y otro, Gabri reflexiona: "Esta vida es jodidísima. Ser homosexual es difícil, mantener una pareja homosexual y aun más, criar hijos así porque uno no quiere influir en su orientación sexual, pero uno se va dando mañas abriendo espacios, un poco a codazos frente a la sociedad. Somos personas honestas, trabajadoras".
Por eso, la reciente aprobación en el Senado de la República -aunque falta la palabra de la Cámara- del Proyecto de Ley 130 relativo al reconocimiento legal de derechos patrimoniales y afiliación a seguridad social de las parejas del mismo sexo ofrece aire a sus fatigas. Hoy pagan dos afiliaciones a EPS, a pesar de llevar 12 años juntas; para pedir un préstamo en una corporación requieren de un primer grado de consanguinidad probado legalmente o un extrajuicio o unión marital de hecho. "Pensamos en cuando una de las dos se muera, en los dineros. Hacemos conjeturas de quién cogería la casa. Hay casos de parejas en las que una de las dos familias se lleva todo", confiesan con caras largas.
Acerca del Proyecto de Ley, Marcela Sánchez, directora de Colombia Diversa, dice que la oposición al proyecto tiene la estrategia de confundir a los legisladores y a la opinión pública. Argumenta que busca legalizar el matrimonio entre parejas del mismo sexo y eso no es cierto, más bien beneficia el reconocimiento a un grupo de ciudadanos, y genera mayor respeto y democracia. "También hacen ruido con el tema de los hijos y los menores de edad, puntos que no se tocan para nada", termina.
Aunque el tema de las relaciones estables entre parejas del mismo sexo empieza a posicionarse de forma más compleja en el debate público, "en el país no se reconoce a las lesbianas ni a los gays como sujetos de derecho individuales ni colectivos y hay una concepción profundamente patriarcal de la familia que excluye muchas otras formas de convivencia y solidaridad", observa Camila Esguerra, antropóloga de la Universidad Nacional.
Además de la desprotección del Estado y la legislación, la población Lgbt (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgeneristas) también sufre exclusión de los servicios de salud y discriminación explícita de los profesionales del área, por ejemplo frente a la problemática de VIH/Sida, observa Mauro Brigeiro, coordinador del Grupo de Estudios en Género, Sexualidad y Salud en América Latina (Gessam) de la Universidad Nacional de Colombia.

La diferencia

Dos mujeres juntas revelan las bondades del género multiplicadas por dos. La feminidad se combina, se acaricia y los roles se difuminan en un acuerdo implícito. "Entendemos más los aspectos de género: cólico, menopausia, calores, se cayeron las tetas, me salieron gordos, tengo celulitis. El hombre tiene desde cuando nace asignado un rol y un poder fortalecido por nosotras las mujeres", opina Gabri.
Como Ana y Gabri, en Estados Unidos existen entre tres y cinco millones de familias 'lesbygays' cuyos hijos nacieron en el contexto de una relación heterosexual anterior, pero la cifra se ha triplicado en los últimos años con el 'Lesbian Baby-Boom', familias de lesbianas planeadas, visibles y abiertas, con hijos concebidos a través de inseminación artificial, la autoinseminación y la adopción.
Eduardo, ex esposo de Ana y padre de su hijo, observa que no tuvo ninguna reacción en particular cuando supo que Ana era lesbiana. "Respeto mucho y todos somos libres. Cada persona maneja su vida desde que lo haga con altura, respeto y dignidad", señala.
Su reto es buscar espacio limpio para transitar por el mundo. El secreto para mantenerse juntas, según revelan, no es otro que la combinación de respeto, amor, confianza, comunicación y generosidad, como cualquier pareja. "También gracias a nuestras familias, a su aceptación y tolerancia", dice Ana, quien, con una sonrisa, fresca, desparpajada y sin miedo a ser, pone el punto final: "Si pudiera volver a elegir otra vida, sería siempre lesbiana, ¡siempre!".

Fuente-Semana.com
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