Tuesday, January 09, 2007
Sólo te quiero como amigo
No se lo puede catalogar con facilidad. ¿Quién es Dani Umpi? Tal vez el heredero de un tono con ecos de Manuel Puig, desplegado en novelas breves de iniciación sentimental y contrariedad en el amor (Aún soltera, Miss Tacuarembó y la reciente Sólo te quiero como amigo). Y también: el cantautor que convirtió al inglés las letras de su coterráneo Jaime Roos, el entrevistado que se suele definir como una señora gorda con cartera, el que ahora mismo repetirá que se lleva mejor con las madres de sus amigos que con sus amigos. Además: ponderado como “último renacentista” por su integralidad, celebrado como el destructor de las jerarquías entre una baja y una alta cultura. En la prosa de Sólo te quiero como amigo (Editorial Interzona), no se encontrará un registro culto; la vivencia del dejado se cuenta en una primera persona que remite al diario íntimo de soltera escéptica del matrimonio post Sex and the city. “Es menos heroico”, corrige su autor.
Sólo te quiero como amigo empieza de este modo: “Es muy fácil darte cuenta cuándo tu novio te va a dejar. Es como en el resto de los acontecimientos de la vida...”. Se niega a interpretar su prosa como un retrato generacional; prefiere exaltar la singularidad del uno en el universo afectado por la soledad, el ambiente gay montevideano, el código frívolo de las discotecas, la despersonalización de alguien desesperado por estar de novio. “Es un personaje que vive en ósmosis con su pareja; más que el problema de la soledad está el de la inseguridad. La pareja lo absorbe, estructura su vida en base a eso y luego no lo tiene más. Cuando conozca a alguien nuevo, repetirá el mismo cuadro. No tiene interés propio; es el problema del vacío.” La inspiración le llegó a través de imágenes de criaturas de la naturaleza: pensó en tordos, y en cómo estas aves se meten en el nido de otras para usurparlos. También en los menos realistas critters, que se desdoblan ante situaciones de tensión. De los hábitos y las rutinas cotidianas del protagonista, y de los encuentros volátiles con amantes, amigos, ex suegra, podría desprenderse una atinada reflexión sobre la crisis del yo, devenido en un “yo escindido” o un “yo ensamblado”.
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No se lo puede catalogar con facilidad. ¿Quién es Dani Umpi? Tal vez el heredero de un tono con ecos de Manuel Puig, desplegado en novelas breves de iniciación sentimental y contrariedad en el amor (Aún soltera, Miss Tacuarembó y la reciente Sólo te quiero como amigo). Y también: el cantautor que convirtió al inglés las letras de su coterráneo Jaime Roos, el entrevistado que se suele definir como una señora gorda con cartera, el que ahora mismo repetirá que se lleva mejor con las madres de sus amigos que con sus amigos. Además: ponderado como “último renacentista” por su integralidad, celebrado como el destructor de las jerarquías entre una baja y una alta cultura. En la prosa de Sólo te quiero como amigo (Editorial Interzona), no se encontrará un registro culto; la vivencia del dejado se cuenta en una primera persona que remite al diario íntimo de soltera escéptica del matrimonio post Sex and the city. “Es menos heroico”, corrige su autor.
Sólo te quiero como amigo empieza de este modo: “Es muy fácil darte cuenta cuándo tu novio te va a dejar. Es como en el resto de los acontecimientos de la vida...”. Se niega a interpretar su prosa como un retrato generacional; prefiere exaltar la singularidad del uno en el universo afectado por la soledad, el ambiente gay montevideano, el código frívolo de las discotecas, la despersonalización de alguien desesperado por estar de novio. “Es un personaje que vive en ósmosis con su pareja; más que el problema de la soledad está el de la inseguridad. La pareja lo absorbe, estructura su vida en base a eso y luego no lo tiene más. Cuando conozca a alguien nuevo, repetirá el mismo cuadro. No tiene interés propio; es el problema del vacío.” La inspiración le llegó a través de imágenes de criaturas de la naturaleza: pensó en tordos, y en cómo estas aves se meten en el nido de otras para usurparlos. También en los menos realistas critters, que se desdoblan ante situaciones de tensión. De los hábitos y las rutinas cotidianas del protagonista, y de los encuentros volátiles con amantes, amigos, ex suegra, podría desprenderse una atinada reflexión sobre la crisis del yo, devenido en un “yo escindido” o un “yo ensamblado”.
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