Tuesday, January 02, 2007
Una obra maestra del noveno arte
Acaba publicarse en castellano una recopilación de Krazy Kat, considerada por muchos expertos la mejor serie de la historia del cómic. Como anteriormente solo se han editado dos antologías traducidas a este idioma, actualmente descatalogadas e inencontrables, para muchos/as lectores/as será toda una novedad.
Dice la presentación de este libro que: "Esta nueva y jugosa recopilación de una de las más geniales tiras de prensa norteamericanas abarca dos años completos de la inimitable obra de George Herriman, una creación equiparable a las películas de Charlie Chaplin o a la prosa de Mark Twain y Bill Faulkner”. No exageran.
¿Entonces por qué ha tardado más de seis décadas en aparecer este volumen que es, además, una selección parcial y muy incompleta de semejante obra? No solo por la difícil traducción de la misma- que, en todo caso, está muy lograda- sino por el mismo motivo que su escasa difusión en su lengua original: la escasa simpatía que ha despertado en el gran público la serie más surrealista que ha dado la historieta. No es por tanto un negocio atractivo para las editoriales.
Geoege Herriman
El creador de Krazy Kat nació en Nueva Orleans en 1880 pero su familia se traslada a Los Ángeles siendo él todavía un niño (1886). Será en esta ciudad donde inicie su carrera como dibujante.
Con 17 años es contratado por Los Angeles Herald. Colaborará en diversas publicaciones (Judge, Life, New York News, New York World…)
En 1910 crea para el New York Journal la serie The Dingbal Family (que más tarde se llamará The Family Upstairs). En la parte inferior de esta tira aparecieron los personajes que darían lugar a Krazy Kat como topper.
Tres años después, Krazy Kat será una serie propia. Desde el comienzo no gozará de las simpatías del gran público debido a su carácter nada convencional. Siendo el cómic, como el cine, un arte de masas, muy probablemente la historieta no hubiese sobrevivido de no ser por el mecenazgo del magnate de la prensa William Randolph Hearst.
El nefasto Hearst, dueño de un sinnúmero de periódicos, manipulador descarado y que inspiró a Orson Welles su Ciudadano Kane, estaba convencido de que Krazy Kat era una obra de arte y por eso la mantuvo en sus diarios pese a las opiniones contrarias de sus jefes de redacción y las cartas que recibían los periódicos de airados lectores.
A la muerte de Herriman en 1944 nadie intentó proseguir una serie tan personal.
Lectores de los Kats fueron E. E. Cummings, Ernest Hemingway, Pablo Ruiz Picasso, Scout Fitzgerald, William Faulkner y John Steinbeck. Y, en la actualidad, Umberto Eco.
Krazy Kat
La obra maestra de Herriman trata de las relaciones entre tres personales: Krazy Kat (traducida a veces al castellano como la Gata Loca, aunque su autor nunca quiso aclararnos cuál es su sexo), Ignatz Mouse (el Ratón Ignacio) y Offisa Pupp (el Oficial Cachorro).
La acción transcurre en Coconico County (el Condado de Coconino), nombre que no es ficticio sino que corresponde al de una región al norte de Arizona, donde se encuentra el Gran Cañón del Colorado. De hecho los fondos de la historieta son típicos del desierto y del Cañón.
Por la historieta aparecen diversos secundarios, todos ellos animales antropomórficos.
Su guión no puede ser aparentemente más sencillo: Krazy está enamorado de Ignatz que no solo no le corresponde sino que disfruta lanzándole ladrillos a la cabeza. Esto provoca que el Oficial Cachorro, un perro, lo detenga; para colmo, Kat toma los rifirafes entre los otros dos personajes como juegos de dos buenos amigos. Este es el argumento de la gran mayoría de las historietas, todas ellas autoconclusivas.
Esta sencillez es solamente aparente y desconcierta al lector. Según muchos críticos, el público no se siente atraído por esta obra porque la considera repetitiva, argumento solo válido a medias. ¿Acaso hay algo más monótono que los “humoristas” de medio pelo que aparecen por televisión, repitiendo hasta la saciedad los mismos chistes huecos y las mismas gracietas estúpidas? Y tienen éxito… O, por centrarnos en el mundo del cómic y dar un ejemplo en lengua castellana: ¿hay algo más repetitivo que los gags de Mortadelo y Filemón, explotados hasta la saciedad?
No, no es el carácter reiterativo- en todo caso un problema que asedia a las malas series de cómics- lo que espanta al lector. Sino una obra cuyo significado y extraño humor no acaba de captar.
Krazy no tiene definido su sexo y eso provocó que desde sus orígenes sufriera ataques homófobos. Por otra parte, los continuos ladrillazos que recibe de Ignatz los toma como una inequívoca prueba de amor. Sin duda estamos ante una relación de tintes sadomasoquistas.
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Acaba publicarse en castellano una recopilación de Krazy Kat, considerada por muchos expertos la mejor serie de la historia del cómic. Como anteriormente solo se han editado dos antologías traducidas a este idioma, actualmente descatalogadas e inencontrables, para muchos/as lectores/as será toda una novedad.
Dice la presentación de este libro que: "Esta nueva y jugosa recopilación de una de las más geniales tiras de prensa norteamericanas abarca dos años completos de la inimitable obra de George Herriman, una creación equiparable a las películas de Charlie Chaplin o a la prosa de Mark Twain y Bill Faulkner”. No exageran.
¿Entonces por qué ha tardado más de seis décadas en aparecer este volumen que es, además, una selección parcial y muy incompleta de semejante obra? No solo por la difícil traducción de la misma- que, en todo caso, está muy lograda- sino por el mismo motivo que su escasa difusión en su lengua original: la escasa simpatía que ha despertado en el gran público la serie más surrealista que ha dado la historieta. No es por tanto un negocio atractivo para las editoriales.
Geoege Herriman
El creador de Krazy Kat nació en Nueva Orleans en 1880 pero su familia se traslada a Los Ángeles siendo él todavía un niño (1886). Será en esta ciudad donde inicie su carrera como dibujante.
Con 17 años es contratado por Los Angeles Herald. Colaborará en diversas publicaciones (Judge, Life, New York News, New York World…)
En 1910 crea para el New York Journal la serie The Dingbal Family (que más tarde se llamará The Family Upstairs). En la parte inferior de esta tira aparecieron los personajes que darían lugar a Krazy Kat como topper.
Tres años después, Krazy Kat será una serie propia. Desde el comienzo no gozará de las simpatías del gran público debido a su carácter nada convencional. Siendo el cómic, como el cine, un arte de masas, muy probablemente la historieta no hubiese sobrevivido de no ser por el mecenazgo del magnate de la prensa William Randolph Hearst.
El nefasto Hearst, dueño de un sinnúmero de periódicos, manipulador descarado y que inspiró a Orson Welles su Ciudadano Kane, estaba convencido de que Krazy Kat era una obra de arte y por eso la mantuvo en sus diarios pese a las opiniones contrarias de sus jefes de redacción y las cartas que recibían los periódicos de airados lectores.
A la muerte de Herriman en 1944 nadie intentó proseguir una serie tan personal.
Lectores de los Kats fueron E. E. Cummings, Ernest Hemingway, Pablo Ruiz Picasso, Scout Fitzgerald, William Faulkner y John Steinbeck. Y, en la actualidad, Umberto Eco.
Krazy Kat
La obra maestra de Herriman trata de las relaciones entre tres personales: Krazy Kat (traducida a veces al castellano como la Gata Loca, aunque su autor nunca quiso aclararnos cuál es su sexo), Ignatz Mouse (el Ratón Ignacio) y Offisa Pupp (el Oficial Cachorro).
La acción transcurre en Coconico County (el Condado de Coconino), nombre que no es ficticio sino que corresponde al de una región al norte de Arizona, donde se encuentra el Gran Cañón del Colorado. De hecho los fondos de la historieta son típicos del desierto y del Cañón.
Por la historieta aparecen diversos secundarios, todos ellos animales antropomórficos.
Su guión no puede ser aparentemente más sencillo: Krazy está enamorado de Ignatz que no solo no le corresponde sino que disfruta lanzándole ladrillos a la cabeza. Esto provoca que el Oficial Cachorro, un perro, lo detenga; para colmo, Kat toma los rifirafes entre los otros dos personajes como juegos de dos buenos amigos. Este es el argumento de la gran mayoría de las historietas, todas ellas autoconclusivas.
Esta sencillez es solamente aparente y desconcierta al lector. Según muchos críticos, el público no se siente atraído por esta obra porque la considera repetitiva, argumento solo válido a medias. ¿Acaso hay algo más monótono que los “humoristas” de medio pelo que aparecen por televisión, repitiendo hasta la saciedad los mismos chistes huecos y las mismas gracietas estúpidas? Y tienen éxito… O, por centrarnos en el mundo del cómic y dar un ejemplo en lengua castellana: ¿hay algo más repetitivo que los gags de Mortadelo y Filemón, explotados hasta la saciedad?
No, no es el carácter reiterativo- en todo caso un problema que asedia a las malas series de cómics- lo que espanta al lector. Sino una obra cuyo significado y extraño humor no acaba de captar.
Krazy no tiene definido su sexo y eso provocó que desde sus orígenes sufriera ataques homófobos. Por otra parte, los continuos ladrillazos que recibe de Ignatz los toma como una inequívoca prueba de amor. Sin duda estamos ante una relación de tintes sadomasoquistas.
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