Friday, March 09, 2007

 

Ni tan rebelde


Triste historia la de Christian Chávez. El polícromo muchacho recién salido del closet ha sido ya elevado a la estratósfera icónica. “Es un valiente”, dicen algunos. “Es un ejemplo”, añaden otros. Algo hay de cierto. En efecto, tras ser descubierto en pleno enlace matrimonial con su pareja canadiense, Chávez se ha convertido en la primera figura del espectáculo mexicano en aceptar su homosexualidad. Pero la cosa no es tan simple. La forma del texto aclaratorio y las entrevistas que ha concedido el cantante después del episodio, revelan no un inédito capítulo de tolerancia en la sociedad mexicana, sino a un muchacho aterrado.
Ya no quiero mentir y mentirme por miedo, adoro lo que hago, cantar y actuar es mi vida, mi pasión, jamás podría hacer algo distinto, me siento muy mal de no haber podido compartir esto antes con todos mis fans, que son los que más me preocupan y por lo cual decidí ser honesto. Ojalá puedan ver más allá de la nota, soy un ser humano como cualquiera, con defectos y virtudes y no creo que esto sea un defecto, no lo voy a negar.
Chávez no ha utilizado la palabra “homosexual” en ningún momento. Como era previsible, la etiqueta le asusta. Y le asusta porque ha crecido en México. En entrevista con Reforma, por ejemplo, Chávez aseguró a las abnegadas y morales madrecitas mexicanas que “sus hijos no verán nada malo”. Quizás en el afán de explicar lo declarado, Chávez abunda, casi liberado: “La preferencia sexual no hace ni más ni menos a un ser humano y me gustaría puntualizarlo…”, para luego regresar a las ataduras del convencionalismo: “… a las madres de familia que podrían preocuparse de que sus hijos vean un mal ejemplo”.
Todo esto, naturalmente, no es culpa de Christian Chávez. La culpa es de quien le ha dicho que ser homosexual en México es “un mal ejemplo”. Él, como miles de homosexuales mexicanos, saben del prejuicio homofóbico que persiste en nuestra sociedad. Aún no llega el día en que Chávez pueda tomarse de la mano con su pareja en público sin sospechar que hay algo de “malo” en ello ni preocuparse por las consecuencias que su tan merecida libertad tenga entre sus jóvenes fanáticos. Por León Krauze en Letras Libres (Blog de la Redacción)
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