Wednesday, May 23, 2007
Las nenas con las nenas
En los boliches son cada vez más las 'lesbiteens': chicas que, sin ser lesbianas, se besan con pasión en público. ¿La ambigüedad sexual es un juego?
Nacieron a fines de los ochenta. Nietas de la revolución sexual, hijas de mujeres profesionales, vivieron la igualdad de géneros desde la cuna. Criadas en la era de las comunicaciones, aprendieron a usar Internet antes que el corpiño. Hoy son adolescentes y tienen sus propios códigos. En los fotologs –galerías de fotos caseras que cuelgan en la Web– aparecen todas producidas, arqueando la espalda y sacando cola, con los labios en trompita, como las modelos. Lo top es salir a los besos, boca con boca, nena con nena.
Mili tiene diecisiete años, el pelo castaño, largo, la sonrisa juguetona. Pidió un nombre falso porque "mi viejo se entera de esto y no salgo por un año". Está en quinto del secundario, quiere estudiar veterinaria, no ve la hora de irse de viaje de egresados. Los fines de semana se junta con su grupo de amigas –cuatro, todas viven con sus padres– para salir a bailar. Se encuentran en casa de alguna, y arrancan la no- che con cerveza, fernet o shots de tequila. Cuando están bastante alegres se meten en un taxi y se bajan en la puerta del boliche. Adentro de la disco, la oscuridad se funde con la música, formando un todo aparte. Mili se arremanga la pollera para que le quede más corta. Es escocesa, tableada, la misma que lleva al colegio, pero combinada con medias de red y botas de plataforma logra un efecto bastante distinto.
Las chicas bailan, se ríen, conversan con un grupos de varones que les invitan speed con vodka. Hay uno que no para de rondar a Mili, trata de abrazarla, se pone pesado. Ella se refugia en brazos de otra amiga. "Andate. ¿No ves que somos novias?", le dicen. "Si son novias, dense un beso", contesta él, habituado a esa excusa. Las chicas se miran, se sonríen, se acarician la cara. Muy despacito, van acercando las bocas y se dan un beso largo, amoroso, delicado. Se separan y se ríen. Los chicos aplauden y hacen gestos de alegría; uno se arrodilla y les pide casamiento a las dos.
"Ser gay está de moda", sentencia Yael Magalí, una habitué del mismo boliche que canta veinte años y acaba de ver la escena. "Las pendejas ya no saben qué hacer para llamar la atención –opina–. En Internet salen dándose piquitos y en el boliche se matan a besos, pero después no se van a dormir juntas. Lo hacen por exhibicionismo, para que los tipos se babeen."
Te quiero comer la boca
Mili no está muy de acuerdo. "No es para calentar a los hombres, es porque nos divierte –explica–. Nos damos besos, sí, a veces nos tocamos un poco, pero de ahí no pasa. Yo nunca hice el amor con otra chica, ni saldría a levantarme minas, ni loca. Es una cosa que queda entre amigas, porque nos amamos." Yael pone cara de aburrida: "Mirá la tele, mirá las revistas. Por todos lados aparecen modelos juntas y tocándose. Y las pibas compran lo que se ve en los medios, por eso de noche te encontrás un montón de chicas que viven confundidísimas, probando a darle un beso a otra mujer a ver si se calientan".
En la tele, es cierto, cada vez se ven más piquitos entre mujeres. Los programas de armado de parejas las ponen al aire para levantar los rátings caídos y los canales de música para adolescentes abusan del recurso hasta el hartazgo. Un ejemplo paradigmático es el caso de las T.A.T.U., la banda de dos jovencitas que aparecían a los besos en sus videos: tuvieron un efímero éxito hasta que se descubrió que su lesbianismo era márketing puro (una de ellas vivía con su novio). Otras series como Hellen o The L world completan el mapa televisivo; y hoy ciertas celebrities consiguen prensa con declaraciones insinuantes sobre sus pares, tipo "a Nazarena le comería la boca". César Cigliutti, de la Comunidad Homosexual Argentina, ve a las lesbiteens con simpatía: "Toda manifestación homosexual que no tenga valor negativo es un acto de reivindicación. Que la tele pase esas imágenes es bueno, las limpia del valor negativo que tenían. etapa... No es que me arrepienta, pero tampoco lo volvería a hacer." "Siempre ha habido formas homoeróticas en las relaciones de adolescentes de ambos sexos –explica la doctora Dora Barrancos, directora de Estudios de Género del CONICET–, que también han significado juegos sexuales y hasta relaciones homosexuales. Pero eso no quiere decir que crearan una orientación homosexual persistente. En el siglo XIX, se ampliaron las formas mundanas de trato entre las jóvenes, y también aumentaron las posibilidades de la amistad homoerótica."
"Para Mili y sus amigas, no hay nada de raro en juntar las bocas. Despiden la noche cansadas y contentas; cada una se queda en una cuadra distinta, esperando el colectivo que la llevará a casa. Se saludan con besos en las mejillas y bostezos. Dentro de 24 horas, comenzará un nuevo día de clases.
Fuente: El Clarin
En los boliches son cada vez más las 'lesbiteens': chicas que, sin ser lesbianas, se besan con pasión en público. ¿La ambigüedad sexual es un juego?
Nacieron a fines de los ochenta. Nietas de la revolución sexual, hijas de mujeres profesionales, vivieron la igualdad de géneros desde la cuna. Criadas en la era de las comunicaciones, aprendieron a usar Internet antes que el corpiño. Hoy son adolescentes y tienen sus propios códigos. En los fotologs –galerías de fotos caseras que cuelgan en la Web– aparecen todas producidas, arqueando la espalda y sacando cola, con los labios en trompita, como las modelos. Lo top es salir a los besos, boca con boca, nena con nena.
Mili tiene diecisiete años, el pelo castaño, largo, la sonrisa juguetona. Pidió un nombre falso porque "mi viejo se entera de esto y no salgo por un año". Está en quinto del secundario, quiere estudiar veterinaria, no ve la hora de irse de viaje de egresados. Los fines de semana se junta con su grupo de amigas –cuatro, todas viven con sus padres– para salir a bailar. Se encuentran en casa de alguna, y arrancan la no- che con cerveza, fernet o shots de tequila. Cuando están bastante alegres se meten en un taxi y se bajan en la puerta del boliche. Adentro de la disco, la oscuridad se funde con la música, formando un todo aparte. Mili se arremanga la pollera para que le quede más corta. Es escocesa, tableada, la misma que lleva al colegio, pero combinada con medias de red y botas de plataforma logra un efecto bastante distinto.
Las chicas bailan, se ríen, conversan con un grupos de varones que les invitan speed con vodka. Hay uno que no para de rondar a Mili, trata de abrazarla, se pone pesado. Ella se refugia en brazos de otra amiga. "Andate. ¿No ves que somos novias?", le dicen. "Si son novias, dense un beso", contesta él, habituado a esa excusa. Las chicas se miran, se sonríen, se acarician la cara. Muy despacito, van acercando las bocas y se dan un beso largo, amoroso, delicado. Se separan y se ríen. Los chicos aplauden y hacen gestos de alegría; uno se arrodilla y les pide casamiento a las dos.
"Ser gay está de moda", sentencia Yael Magalí, una habitué del mismo boliche que canta veinte años y acaba de ver la escena. "Las pendejas ya no saben qué hacer para llamar la atención –opina–. En Internet salen dándose piquitos y en el boliche se matan a besos, pero después no se van a dormir juntas. Lo hacen por exhibicionismo, para que los tipos se babeen."
Te quiero comer la boca
Mili no está muy de acuerdo. "No es para calentar a los hombres, es porque nos divierte –explica–. Nos damos besos, sí, a veces nos tocamos un poco, pero de ahí no pasa. Yo nunca hice el amor con otra chica, ni saldría a levantarme minas, ni loca. Es una cosa que queda entre amigas, porque nos amamos." Yael pone cara de aburrida: "Mirá la tele, mirá las revistas. Por todos lados aparecen modelos juntas y tocándose. Y las pibas compran lo que se ve en los medios, por eso de noche te encontrás un montón de chicas que viven confundidísimas, probando a darle un beso a otra mujer a ver si se calientan".
En la tele, es cierto, cada vez se ven más piquitos entre mujeres. Los programas de armado de parejas las ponen al aire para levantar los rátings caídos y los canales de música para adolescentes abusan del recurso hasta el hartazgo. Un ejemplo paradigmático es el caso de las T.A.T.U., la banda de dos jovencitas que aparecían a los besos en sus videos: tuvieron un efímero éxito hasta que se descubrió que su lesbianismo era márketing puro (una de ellas vivía con su novio). Otras series como Hellen o The L world completan el mapa televisivo; y hoy ciertas celebrities consiguen prensa con declaraciones insinuantes sobre sus pares, tipo "a Nazarena le comería la boca". César Cigliutti, de la Comunidad Homosexual Argentina, ve a las lesbiteens con simpatía: "Toda manifestación homosexual que no tenga valor negativo es un acto de reivindicación. Que la tele pase esas imágenes es bueno, las limpia del valor negativo que tenían. etapa... No es que me arrepienta, pero tampoco lo volvería a hacer." "Siempre ha habido formas homoeróticas en las relaciones de adolescentes de ambos sexos –explica la doctora Dora Barrancos, directora de Estudios de Género del CONICET–, que también han significado juegos sexuales y hasta relaciones homosexuales. Pero eso no quiere decir que crearan una orientación homosexual persistente. En el siglo XIX, se ampliaron las formas mundanas de trato entre las jóvenes, y también aumentaron las posibilidades de la amistad homoerótica."
"Para Mili y sus amigas, no hay nada de raro en juntar las bocas. Despiden la noche cansadas y contentas; cada una se queda en una cuadra distinta, esperando el colectivo que la llevará a casa. Se saludan con besos en las mejillas y bostezos. Dentro de 24 horas, comenzará un nuevo día de clases.
Fuente: El Clarin