Wednesday, June 27, 2007
XXY
Todo ser humano en su camino hacia la madurez va comenzando a conocer el despertar sexual, los dilemas y la felicidad del amor. En ese trance está Alex, una adolescente de 15 años que esconde un secreto y procura hallar su identidad dentro de una problematizada existencia que la convierte en alguien indefinido que posee una ambigüedad que la obliga a marginarse en algún rincón de una casa de un tranquilo balneario que habita con sus padres.
Alex -excelente trabajo de Inés Efrón- procura salir de su ostracismo cuando un matrimonio amigo llega a aquel idílico lugar acompañado por Alvaro, hijo de ambos, que comienza a rondar a esa jovencita que, tras operaciones y tratamientos, no logró definir su sexo. Kraken, su padre, es un biólogo que está dispuesto a que ningún médico se acerque a su hija, ya que tiene la certeza de que ninguna cirugía es capaz de crear un cuerpo de apariencia normal. Con la llegada del matrimonio amigo a aquel balneario, la relación de Alex y de Alvaro se estrecha cada vez más. Ella va manifestando su dolor, ya que no logra hallar su propia identidad, en tanto que Alvaro intenta ampararla con sus palabras suaves y su mirada empañada por las lágrimas.
La directora Lucía Puenzo logró en éste, su primer largometraje, una cálida pintura de ese grupo de seres enfrentados a una cruel realidad, en el que tanto los padres de Alex como la pareja que los visita recorren con pocas palabras y medidos gestos ese micromundo en el que, como angustiante elemento, transcurren los días de Alex ahora acompañada por alguien -ese Alvaro que duda de su sexualidad- dispuesto a abrir un camino que estuvo clausurado por la vergüenza y la soledad.
La historia del relato parte de lo particular para llevarlo a lo universal, pues el dilema de elegir qué quiere uno hacer con su cuerpo o la incapacidad de poder tomar decisiones al respecto es algo que concierne a la humanidad entera. Hay en el film una densidad en el perfil de los personajes que sostiene toda la complejidad de los debates actuales acerca de la intersexualidad sin descuidar las diferentes posiciones respecto del amor y del sexo. Así, con enorme calidez, la cineasta logró un film de enorme valía tanto en su problemática como en su realización. Con una cámara que recorre puntillosamente la trayectoria de sus protagonistas, Lucía Puenzo supo, también, elegir un elenco de enorme calidad. Tanto Ricardo Darín como Valeria Bertucelli, Germán Palacios y Carolina Peleritti, a los que se debe sumar la impecable composición de Martín Piroyansky, lograron imponer la credibilidad necesaria en el relato. La fotografía y la música son otros elementos que hacen de esta trama una obra cinematográfica de enorme vigor emotivo y descubre a una nueva realizadora que, sin duda, tendrá nuevas oportunidades en la pantalla grande para exponer esos temas que hablan del hombre y de sus íntimos elementos, en los que se asocian el sexo y el amor con la suficiente fuerza como para interesar a ese nuevo cine argentino que, como aquí, habla al alma y al corazón.
Fuente:La Nacion
Todo ser humano en su camino hacia la madurez va comenzando a conocer el despertar sexual, los dilemas y la felicidad del amor. En ese trance está Alex, una adolescente de 15 años que esconde un secreto y procura hallar su identidad dentro de una problematizada existencia que la convierte en alguien indefinido que posee una ambigüedad que la obliga a marginarse en algún rincón de una casa de un tranquilo balneario que habita con sus padres.
Alex -excelente trabajo de Inés Efrón- procura salir de su ostracismo cuando un matrimonio amigo llega a aquel idílico lugar acompañado por Alvaro, hijo de ambos, que comienza a rondar a esa jovencita que, tras operaciones y tratamientos, no logró definir su sexo. Kraken, su padre, es un biólogo que está dispuesto a que ningún médico se acerque a su hija, ya que tiene la certeza de que ninguna cirugía es capaz de crear un cuerpo de apariencia normal. Con la llegada del matrimonio amigo a aquel balneario, la relación de Alex y de Alvaro se estrecha cada vez más. Ella va manifestando su dolor, ya que no logra hallar su propia identidad, en tanto que Alvaro intenta ampararla con sus palabras suaves y su mirada empañada por las lágrimas.
La directora Lucía Puenzo logró en éste, su primer largometraje, una cálida pintura de ese grupo de seres enfrentados a una cruel realidad, en el que tanto los padres de Alex como la pareja que los visita recorren con pocas palabras y medidos gestos ese micromundo en el que, como angustiante elemento, transcurren los días de Alex ahora acompañada por alguien -ese Alvaro que duda de su sexualidad- dispuesto a abrir un camino que estuvo clausurado por la vergüenza y la soledad.
La historia del relato parte de lo particular para llevarlo a lo universal, pues el dilema de elegir qué quiere uno hacer con su cuerpo o la incapacidad de poder tomar decisiones al respecto es algo que concierne a la humanidad entera. Hay en el film una densidad en el perfil de los personajes que sostiene toda la complejidad de los debates actuales acerca de la intersexualidad sin descuidar las diferentes posiciones respecto del amor y del sexo. Así, con enorme calidez, la cineasta logró un film de enorme valía tanto en su problemática como en su realización. Con una cámara que recorre puntillosamente la trayectoria de sus protagonistas, Lucía Puenzo supo, también, elegir un elenco de enorme calidad. Tanto Ricardo Darín como Valeria Bertucelli, Germán Palacios y Carolina Peleritti, a los que se debe sumar la impecable composición de Martín Piroyansky, lograron imponer la credibilidad necesaria en el relato. La fotografía y la música son otros elementos que hacen de esta trama una obra cinematográfica de enorme vigor emotivo y descubre a una nueva realizadora que, sin duda, tendrá nuevas oportunidades en la pantalla grande para exponer esos temas que hablan del hombre y de sus íntimos elementos, en los que se asocian el sexo y el amor con la suficiente fuerza como para interesar a ese nuevo cine argentino que, como aquí, habla al alma y al corazón.
Fuente:La Nacion