Tuesday, September 04, 2007

 

La fe se viste de rosa


Una Iglesia, donde los crucifijos y los arcoiris conviven sin prejuicios y los matrimonios gays son permitidos, ha decidido extender su doctrina a Coahuila.


Aquí Dios “también es gay”. Y bisexual, travesti y transgénero. En la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), Jesucristo a veces viste de bufanda de arco iris, camisas multicolores o piercings en las orejas. Dios vive en una iglesia cuya fe no tiene género.
Los miembros de esta iglesia respaldan su fe en preceptos bíblicos; prueba de ello, dice Guillermo, miembro formal de la ICM, es Mateo 19:10-12. En la cita, Jesús les explica a sus discípulos que existen “hombres que han nacido incapacitados para el sexo. Hay otros incapacitados, que fueron mutilados por los hombres. Hay otros todavía, que se hicieron tales por el Reino de los Cielos.
La explicación no tiene rodeos para Guillermo y la ICM , una iglesia esencialmente cristiana. Aseveran, casi juran, que Dios creó a las personas gay tal como son. “Jesús así lo afirma”, dice Fernando Frontán, Reverendo de la Iglesia.
Me encuentro en la calle Diego de Montemayor, en el centro de la ciudad de Monterrey, afuera de la “Casa de Luz”, como le llaman al templo. Aquí, desde hace más de 10 años se celebra el culto. Estoy frente a una de dos iglesias cristianas para la comunidad lésbico-gay que existen en México (la otra se encuentra en Cuernavaca). Entre una atmósfera de cánticos, entro como un extraño. Las miradas del grupo así me lo dicen.
Esta Iglesia, que pertenece a una Fraternidad Universal, tiene en la mira a la ciudad de Torreón. Un municipio donde no existen cifras sobre la población lésbico-gay. Esta comunidad, que en los últimos cinco años ha salido del clóset, encuentra opciones a través de discotecas gay, las cuales suman siete en la Laguna.
Jesús de Lara es miembro de esa comunidad, que ha tenido que optar por la vida nocturna para homosexuales. Tiene 22 años y vive en La Laguna. Proviene de una familia del más acendrado catolicismo. Tardó más de tres años en salir del clóset, hasta que un día decidió hacerlo público. Para su sorpresa, su familia lo tomó de la mejor manera. Sin embargo, se decepcionó de su fe católica. Jesús acudía con el sacerdote a confesarse y éste lo regañaba, provocándole sentimientos de suciedad, “me sentía manchado”, dice.
Dejó de asistir a misa poco a poco, hasta terminar por no ir. Su fe se fue devaluando, decayendo, ya no cree en lo mismo que antes. Sólo sabe que existe un Dios, sólo eso.
Los rumores sobre una Iglesia para homosexuales llegaron hasta los oídos de Jesús de Lara. Hace poco más de un mes, vía chat, se enteró de la ICM y de su propósito de venir a la Laguna. Alguien lo invitó a una reunión a finales del mes de agosto. Únicamente sabe que existen personas reclutando gente y convenciéndoles para acudir a la reunión.
Jesús espera la invitación para la reunión. No dudará en ir. Sin embargo, la experiencia vivida con los sacerdotes a la hora de confesarse le ha ocasionado que difícilmente recupere la fe.
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LO MISMO PERO CON ARCO IRIS
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Este viernes por la noche, Elena decidió visitar “Casa de Luz” por primera vez. Huele a cirio y sudor. Al cruzar la puerta la recibe una colección de cruces colgadas en la pared. Una decena de Biblias esperan ser tomadas y un grupo de 20 personas permanece alrededor de una mesa que soporta una cruz, pan, jugo de uva, un par de tazones y dos bufandas con los colores del arco iris, el símbolo gay por excelencia.
Elena se sienta junto a un amigo gay que, según me cuenta, la invitó hace poco más de un mes. Es su primera vez. Quizás por eso atrae las miradas. Aquí sentada, ella es una pequeña parte del rebaño mundial. Más de 60 mil miembros de 500 iglesias en cuatro continentes. Es probable que ella no lo sepa.– ¿Por qué estás aquí?, me siento a un lado de ella. – Porque tuve una discusión muy fuerte con mi pareja. – ¿Cómo se llama tu pareja? – Jacqueline, responde con una sonrisa nerviosa y tímida. – ¿Y se pelean mucho? – Sí, todo lo que llevamos de novias. – ¿Y cuánto llevan juntas? – Más de dos años.
Elena tiene apariencia de cansancio. Sus ojos parecen haber llorado horas, quizás minutos antes de haber cruzado la puerta. Su novia no sabe que ella está aquí, Su madre ni siquiera sospecha de sus preferencias.
Además de ella se hallan otras tres mujeres. Se toman de la mano. Parecen de menos de 30 años. Aquí las mujeres aseguran tener un lugar: existen las pastoras y las obispas.
Por ejemplo, México pertenece a la región número seis de siete en las que está dividida la Iglesia en el mundo, y es dirigida por la obispa Reverenda Darlene Garner Wilson (incluye países esencialmente del continente americano). Más del 50% del personal eclesiástico de ICM son mujeres, porcentaje más alto que cualquier otra organización religiosa cristiana.
El pastor arranca el servicio y exclama: “Nos ponemos en la Santa presencia de Dios”, “Amén”, contesta el público. Y continúa: “Estamos aquí reunidos para…” Inicia el culto.
El reportero gráfico que me acompaña aprovecha el momento. El ambiente se torna tenso. Algunos se sienten intimidados y optan por abandonar el culto. Pero el pastor, un hombre alto, vestido con cuello blanco, estola verde y un crucifijo plateado, va al rescate de los escurridizos.
Aquí los crucifijos y las banderas de arco iris conviven sin prejuicios.
Aquí la cruz y la bandera gay lucen como si siempre hubieran estado juntas. Claro, porque insisten que Dios es gay.
Abordo a uno de los muchachos que abandonaron el culto. Carga una mochila negra y una gorra; mantiene la mirada fija en la puerta. Le hablo:– Disculpa, ¿podemos platicar? – Es que me están esperando, dice mientras señala la puerta. “En otra ocasión con mucho gusto”, me interrumpe mientras se cubre la cabeza con la gorra. Se va sonriendo.
Rezan, cantan, oran. Como en todas las iglesias, circulan el canasto de las ofrendas. Dos personas son suficientes para todo el grupo. Cuando terminan, sostienen el dinero en el aire, colocan la palma sobre el mismo e inclinan la cabeza en señal de bendición.
Ofrecen una oración. Cuando mucho habrán reunido 60 o 70 pesos. Del diezmo reúnen poco, pues cada persona dona a su criterio. La renta de la casa, la luz, la comida, los gastos, todo es cubierto por un presupuesto anual. La ICM en el mundo maneja unos 20 millones de dólares, mientras que regionalmente los obispos u obispas cuentan con un presupuesto anual de tres millones de dólares.
Una iglesia sencilla en su infraestructura, prácticamente una casa acondicionada. Embona con cualquier persona, de cualquier denominación religiosa, como Víctor, un católico de nacimiento que cuenta ya con seis años en la ICM, 15 años desde que salió del clóset y 13 con su pareja, también católica.
Moreno de cabeza rapada, aretes en las orejas, viste short y playera multicolor. No duda en confesar: “Yo soy católico, pero aquí nos aman tal y como somos”.
Cuando Víctor acude a una Iglesia católica toma otra actitud, otra forma de ser. Planta un obstáculo entre la gente y él.– ¿Por qué tanta diferencia?, le pregunto. – Por eso voy a donde me aceptan, a donde sienta que me aman, a donde me dejen ser como soy.
Dos personas se levantan para encender dos velas, una representa la luz del mundo y la otra por los enfermos de SIDA (Desde 1982, se calcula que unos seis mil miembros de la ICM han muerto de VIH). Los fines de semana acuden a repartir condones a las discotecas en un acto de servicio social. Víctor acaricia a una persona que está a su lado, le pone la mano sobre el hombro, le aprieta, le murmura al oído.– ¿Vino tu pareja?, le insisto a Víctor. – No, no está aquí.
En la pared lateral sobresale un póster de cerca de dos metros. En él aparece un dibujo de alguien que simula a Noé capitaneando su barca. Lo acompaña una cita bíblica: Juan 6:20. Y en la parte superior de la derecha, la fe se traduce a un karaoke, en donde la gente sigue la canción a través de una pantalla.
En esta Iglesia se aprueban las relaciones prematrimoniales, los métodos anticonceptivos y no juzgan la prostitución como un medio para ganarse la vida. Consideran que la prohibición del condón es un acto genocida y el reflejo del prejuicio que se le adjudica a la sexualidad.
También aceptan los sacramentos del bautismo y de la comunión. A la hora de esta, cada uno toma un trozo de pan (previamente cortado por el pastor) y lo moja en jugo de uva, simulando al vino como fruto de la vida. Entre parejas se dan la comunión.
De igual manera, existen distintos ritos como el de la ordenación (consagración de personas calificadas para el ministerio de la Iglesia ), el de la obtención de la membresía, el rito del matrimonio (unión espiritual de dos personas. ICM celebra más de seis mil bodas del mismo sexo al año), el rito de funeral, el de imposición de manos u oración por la sanación de los enfermos en mente, cuerpo o espíritu y el rito de bendición. La ordenación, el matrimonio y la sanación de enfermos, son sacramentos en la Iglesia católica. .
Lea la matéria completa en El siglo de Torreón
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