Thursday, February 21, 2008
Ganas de hablar
En su novela 'Ganas de hablar', desde un mundo interior duro y trágico pero con el humor de Quevedo, Cela o Mihura, el escritor Eduardo Mendicutti rinde homenaje al 'mariquita de pueblo' y a su lenguaje como 'modo de sobrevivir', ese hablar pintoresco y gracioso 'que merecía entrar en la Literatura'.'Con todo ese jolgorio escribí una novela contra el silencio forzado o impuesto, ese silencio frustrante que produce la cerrazón', explica Mendicutti en la entrevista por la aparición de esta novela, que edita Tusquets y cuya portada anuncia la fuerza para hablar desde la 'calle Silencio'.
Casualmente, la calle por la que pasa cada Miércoles Santo la procesión del Cristo, aunque el protagonista, Cigala, un manicura de señoras que no se deja hundir y usa el lenguaje para salir airoso en los malos ratos, no pensó en eso al elegirla, cuando el pueblo le otorgó el honor de dedicarle una calle.
Cigala le da la noticia contentísimo a su deteriorada hermana, Antonia, y 'habla por ella, recuerda por ella, construye el mundo, la vida y la historia por ella', pues ha percibido que hay algo que le emparenta con 'otros' -mujeres, emigrantes, señoras venidas a menos...- despreciados socialmente, como él, y siente 'una especie de simpatía'.
En Antonia el escritor resume las demás relaciones que mantiene Cigala, quien en un momento dado se rebotará con su hermana, ya que 'poco a poco ha ido viendo que, sí, mucho cariño, pero a la hora del apoyo social de verdad, la cosa no está tan clara...'.
¡Eso de que le quiten la calle al Cristo del Silencio..!, hay quien lo ve como una herejía, y en él se despiertan recuerdos amargos, aunque nunca perderá esa expresión risueña que es lo que toda la vida le sirvió para salir adelante.
Mendicutti, que se inspira en un gaditano real cuyas anécdotas circulan por su pueblo, Sanlúcar de Barrameda, sitúa los soliloquios en los 15 días de marzo de 2006 que van desde la concesión de la placa hasta el momento del homenaje, y entre medias deja que aflore su dura crítica social.
Y el tema de ETA, que aparece en una de las escenas más costumbristas, una tendencia que el autor reivindica, pues 'se llama así a cualquier cosa realista, cuando la vida es como es y los novelistas hemos de contarla, pero aquí huimos de los temas sociales como de la peste', explica.
Y está por supuesto el humor. 'En la literatura española, desde Cervantes a Valle Inclán, Cela o Jardiel Poncela, hay un eje humorístico que apreciamos, aunque parece que cuanto más cerca está en el tiempo, el sufrimiento adquiere más prestigio que la alegría', según Mendicutti.
'Si un novelista usa el humor, se arriesga a parecer epidérmico o superficial', constata, y en su novela hace oscilar ingredientes de humor 'corrosivo, combativo, feroz, negro o lírico...'.
Despues de hablar y hablar, Cigala entra en un monólogo interior con la procesión, y es cuando le vienen sus recuerdos más duros, cuando estuvo a punto de cortarse los genitales, por el rechazo del padre y todo el desprecio que le echó encima, 'una peste de la que nunca se pudo librar'.
Por eso, cuando, ingenuamente, camino de EEUU y sin saber inglés, le llama 'nigro' a un joven y luego le explican el desprecio que implica el término, reconoce su propia vivencia, insultado por 'mariquita', y se horroriza de que ese chico lleve toda la vida esa herida encima.
Mendicutti aclara que sus personajes 'no son en absoluto autobiográficos', pero admite compartir con Cigala 'cierto sentimiento de confusión, de impulso a buscar salidas a necesidades personales, familiares o profesionales, y desde luego el humor, porque se dirá de mí que soy optimista, pero es que la procesión va por dentro'.
En su opinión era un deber dar su dimensión literaria a ese modo humorístico de contar el mundo del estereotipo de gay, incorporando su voz a la voz colectiva 'que expresa lo que somos y lo que hemos sido, lo que queremos o no queremos ser'.
Y bromea que ahora que se ha jaleado tanto el '¡Por qué no te callas!', 'yo reivindico las 'Ganas de hablar'
Fuente: Frecuencia Gay
En su novela 'Ganas de hablar', desde un mundo interior duro y trágico pero con el humor de Quevedo, Cela o Mihura, el escritor Eduardo Mendicutti rinde homenaje al 'mariquita de pueblo' y a su lenguaje como 'modo de sobrevivir', ese hablar pintoresco y gracioso 'que merecía entrar en la Literatura'.'Con todo ese jolgorio escribí una novela contra el silencio forzado o impuesto, ese silencio frustrante que produce la cerrazón', explica Mendicutti en la entrevista por la aparición de esta novela, que edita Tusquets y cuya portada anuncia la fuerza para hablar desde la 'calle Silencio'.
Casualmente, la calle por la que pasa cada Miércoles Santo la procesión del Cristo, aunque el protagonista, Cigala, un manicura de señoras que no se deja hundir y usa el lenguaje para salir airoso en los malos ratos, no pensó en eso al elegirla, cuando el pueblo le otorgó el honor de dedicarle una calle.
Cigala le da la noticia contentísimo a su deteriorada hermana, Antonia, y 'habla por ella, recuerda por ella, construye el mundo, la vida y la historia por ella', pues ha percibido que hay algo que le emparenta con 'otros' -mujeres, emigrantes, señoras venidas a menos...- despreciados socialmente, como él, y siente 'una especie de simpatía'.
En Antonia el escritor resume las demás relaciones que mantiene Cigala, quien en un momento dado se rebotará con su hermana, ya que 'poco a poco ha ido viendo que, sí, mucho cariño, pero a la hora del apoyo social de verdad, la cosa no está tan clara...'.
¡Eso de que le quiten la calle al Cristo del Silencio..!, hay quien lo ve como una herejía, y en él se despiertan recuerdos amargos, aunque nunca perderá esa expresión risueña que es lo que toda la vida le sirvió para salir adelante.
Mendicutti, que se inspira en un gaditano real cuyas anécdotas circulan por su pueblo, Sanlúcar de Barrameda, sitúa los soliloquios en los 15 días de marzo de 2006 que van desde la concesión de la placa hasta el momento del homenaje, y entre medias deja que aflore su dura crítica social.
Y el tema de ETA, que aparece en una de las escenas más costumbristas, una tendencia que el autor reivindica, pues 'se llama así a cualquier cosa realista, cuando la vida es como es y los novelistas hemos de contarla, pero aquí huimos de los temas sociales como de la peste', explica.
Y está por supuesto el humor. 'En la literatura española, desde Cervantes a Valle Inclán, Cela o Jardiel Poncela, hay un eje humorístico que apreciamos, aunque parece que cuanto más cerca está en el tiempo, el sufrimiento adquiere más prestigio que la alegría', según Mendicutti.
'Si un novelista usa el humor, se arriesga a parecer epidérmico o superficial', constata, y en su novela hace oscilar ingredientes de humor 'corrosivo, combativo, feroz, negro o lírico...'.
Despues de hablar y hablar, Cigala entra en un monólogo interior con la procesión, y es cuando le vienen sus recuerdos más duros, cuando estuvo a punto de cortarse los genitales, por el rechazo del padre y todo el desprecio que le echó encima, 'una peste de la que nunca se pudo librar'.
Por eso, cuando, ingenuamente, camino de EEUU y sin saber inglés, le llama 'nigro' a un joven y luego le explican el desprecio que implica el término, reconoce su propia vivencia, insultado por 'mariquita', y se horroriza de que ese chico lleve toda la vida esa herida encima.
Mendicutti aclara que sus personajes 'no son en absoluto autobiográficos', pero admite compartir con Cigala 'cierto sentimiento de confusión, de impulso a buscar salidas a necesidades personales, familiares o profesionales, y desde luego el humor, porque se dirá de mí que soy optimista, pero es que la procesión va por dentro'.
En su opinión era un deber dar su dimensión literaria a ese modo humorístico de contar el mundo del estereotipo de gay, incorporando su voz a la voz colectiva 'que expresa lo que somos y lo que hemos sido, lo que queremos o no queremos ser'.
Y bromea que ahora que se ha jaleado tanto el '¡Por qué no te callas!', 'yo reivindico las 'Ganas de hablar'
Fuente: Frecuencia Gay