Thursday, July 23, 2009

 

Hay que trabajar en la visibilidad social para revertir prejuicios contra gays

Ser homosexual es algo que siempre le pasa “a los demás”. Nunca son nuestros compañeros de trabajo o escuela, nuestros familiares, nuestros amigos, nosotros mismos. Y en caso de que llegaran a aparecer en el horizonte, por costumbre deben ser como dictan los prejuicios, porque así es más fácil encasillarlos y saber quiénes son.
Ese razonamiento, todavía muy enraizado en casi todas las culturas, permitió que una mujer inocente fuera linchada por los medios de comunicación y puesta en la cárcel, aun cuando todos los indicios apuntaban hacia otro lado.
Tal es la situación que narra la escritora y activista española Beatriz Gimeno (Madrid, 1962) en el libro La construcción de la lesbiana perversa –publicado por Editorial Gedisa–, que el lunes fue presentado en la Clínica Especializada Condesa, de la Secretaría de Salud del Gobierno del DF.
(México) El trabajo hace una revisión crítica del papel de los medios en el caso del asesinato de Rocío Wanninkhof, adolescente española que fue asesinada en octubre de 1999, en un crimen que le fue imputado a Dolores Vázquez, ex pareja sentimental de su madre, en un proceso judicial lleno de irregularidades.
A partir de un análisis exhaustivo de las notas publicadas entre 1999 y 2006 en tres de los más importantes diarios españoles –El País, ABC y El Mundo–, Gimeno exhibió la forma en que la mayoría de los medios supuestamente “serios” se dedicaron a construir la imagen de Vázquez como un monstruo, tan sólo por el hecho de ser homosexual.
“Desde el principio no hubo pruebas contra ella y sí contra el verdadero asesino, el inglés Tony Alexander King, quien tenía todo un historial de agresiones sexuales. Pero Dolores era lesbiana, y por ello se le trató de inculpar durante todo el proceso”, afirmó la autora en entrevista con La Jornada.
El tratamiento amarillista de los medios provocó que la lesbofobia, la misoginia y los prejuicios de la sociedad española salieran a flote. Al acentuar las características “no femeninas” de Vázquez, se construyó de forma artificial la imagen de una asesina.
“La vaciaron de todos los rasgos que supuestamente caracterizan al género femenino, y repitieron hasta la saciedad que era fría y calculadora, que sabía dar órdenes, que tenía la costumbre de hacer ejercicio, como si eso fuera prueba de su culpabilidad”, añadió la autora.
Incluso subrayaron que nunca lloró durante los interrogatorios de más de 12 horas, y eso fue tomado como muestra de soberbia, en vez de considerarlo una prueba de dignidad.
Una vez que se comprobó la inocencia de Vázquez, quien de todas formas pasó siete meses en la cárcel, hubo una especie de arrepentimiento social, aunque éste nunca llegó a ser autocrítico. “Incluso se decía: ‘sí, es inocente, ¡pero qué antipática, fea y masculina es!’”, detalló Gimeno.
España: vanguardia y atavismos
España, uno de los países más avanzados del mundo en cuanto al reconocimiento de los derechos de los homosexuales, aún tiene contradicciones de este tipo: es vanguardia y al mismo tiempo no se termina de liberar de sus atavismos, señala la autora, quien fue presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales de su país.
“Todavía hay una distancia entre las leyes y la realidad social. España no es un país especialmente homófobo, pero todavía hay un sustrato milenario de prejuicios e ignorancia que no ha desaparecido del todo”, señaló la activista.
Para cambiar esta situación “hace falta tiempo” y trabajar en varios puntos clave, entre ellos la educación en las escuelas y la visibilidad social. En el primer ámbito, el gobierno español acaba de poner en marcha una materia obligatoria en los colegios, que se llama Educación para la ciudadanía, en la que se enseñan y discuten valores como la tolerancia y la diversidad.
El hacerse visibles, por otra parte, es un tema fundamental, “porque lo que no se ve, no existe y, por tanto, no se conoce ni se puede empatizar con él. Hay que vernos cara a cara, saber que el conductor del autobús, la maestra o el taxista pueden ser gays”.
En cuanto a los medios informativos y su actuación no siempre acertada, Gimeno no es partidaria de penalizar ni censurar nada, a menos que fuera una incitación directa a la violencia. “Los límites de la libertad de expresión tienen que ser muy amplios. Yo, por ejemplo, no quiero que nadie me censure cuando me burle de la Iglesia”.
Hoy día, afirmó, ya hay una sanción moral contra quienes dicen chistes de negros o de mujeres, y de esa misma forma la habrá contra la intolerancia hacia los gays. “Se ha logrado con las luchas de conciencia y esto también se alcanzará mediante un proceso histórico, social y cultural”.
Fuente: La Jornada
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