Thursday, September 17, 2009

 
Goytisolo evoca a su maestro moral en ‘Genet en el Raval'

La amistad entre Juan Goytisolo y Jean Genet (París, 1910- 1986) data de 1955, cuando el autor barcelonés era algo así como un exiliado cultural en París. Genet era entonces una leyenda de la heterogeneidad, un maldito difícil de asimilar por una sociedad bienpensante que arrastraba una carrera delictiva y una aversión legendaria a cualquier fasto literario. En resumen, una figura incómoda, incluso en una literatura tan amplia de miras como la francesa. Por esas razones, no resulta extraño que Goytisolo reconozca a Genet como su única influencia moral en la edad madura. Ambos compartieron la misma condición homosexual y una honda querencia por Marruecos, como geografía sentimental.
Ahora Goytisolo se hace eco de aquella amistad en un volumen titulado Genet en el Raval (Galaxia Gutenberg), en el que reúne sus textos dispersos sobre el autor francés y siete de las cartas que este le envió. Uno de los artículos reconstruye el paso de Genet en 1933 por el entonces llamado Barrio Chino barcelonés, donde si hemos de creer a su novela autobiográfica, Diario del ladrón, se dedicó a la mendicidad, el robo y la prostitución. Goytisolo no duda de las experiencias en los burdeles y los cabarets relatadas en el libro, pero puestas en cuestión por el biógrafo de Genet Edmund White. "Es posible que exagerara la realidad, pero también es cierto que Diario del ladrón es una novela y debe ser leída como tal". Reconoce Goytisolo que ser amigo de Genet no era tarea fácil. "Cultivaba una honradez extrema dentro de una moral que no era convencional y que iba en contra de la establecida".
UN VISITANTE ASIDUO
Goytisolo fue también un visitante asiduo del Barrio Chino en los años 50, cuando muchos de los locales descritos por Genet habían perdido su brillo inicial o habían desaparecido. "Ahora que está poblado por toda clase de emigrantes lo reconozco como mi territorio, un lugar muy parecido al que conoció Genet, en pleno franquismo, aquel era un lugar totalmente aburrido y homogéneo". Y ante la proliferación de la prostitución en las zonas adyacentes a la Rambla y el mercado de la Boquería, el escritor admite, con una sonrisa, que "esa es una zona en las que las ordenanzas públicas nunca han tenido el menor resultado". "Lo único que me consuela –añade– es que todo aquel que intenta reglamentar el desorden social está condenado al fracaso". Fuente: el Periódico
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