Thursday, September 03, 2009

 

Los secretos que escondía el taller de Francis Bacon

.A 100 años del nacimiento de uno de los artistas más influyentes del siglo XX, una muestra exhibe los papeles y fotografías que acumuló en su estudio de Londres. Este año, una muestra en Dublín exhibirá esos hallazgos. En Chile, el libro que los documenta ya está en librerías.
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Francis Bacon (1909-1992) sólo dejaba entrar a su taller a sus amigos más cercanos. En parte, porque era su mundo creativo. Pero también porque era casi un basural. Miles de papeles arrugados, cortados, manchados y doblados en el suelo, dispersos en un espacio de 6 por 4 metros. Entre medio, cuadros destruidos, despedazados y apuñalados, muchas veces, por el mismo artista. Bacon nunca estuvo dispuesto a revelar demasiado de su intimidad. Su vida y su forma de trabajo eran privadas y le gustaba conservarlo así. Pero también era un asunto práctico: nadie más que él podía circular entre tanto desorden.
A 100 años de su nacimiento, las perturbadoras pinturas de cuerpos deformes y sufrientes de Bacon son más famosas que nunca. Desde el año pasado, una gran muestra retrospectiva se exhibe en Inglaterra, España y Nueva York. Todas las exhibiciones se han repletado, aunque cada visitante abandona la muestra con reacciones distintas: algunos se incomodan, otros se horrorizan y varios se asombran ante las pinceladas que dan forma a retratos distorsionados, de ojos desorbitados y bocas aullantes.
Pero es en su tierra natal, en Irlanda, donde se le prepara el mayor homenaje. La Galería Hugh Lane, de Dublín, exhibirá en octubre una gran muestra (ver recuadro) con los secretos de su taller en Londres, con fotografías, pinturas y documentos que revelan su proceso de creación. Son materiales que también se muestran en Los archivos privados de Francis Bacon, del curador de la muestra irlandesa, Martin Harrison. Es un libro que acaba de llegar a librerías chilenas y que descubre las obsesiones, dudas y experimentaciones que marcaron la obra de uno de los artistas más singulares del siglo XX.
EL PINTOR ASQUEADO
Bacon nunca siguió las modas. Cuando el arte abstracto estaba en su punto más alto, él lo despreció por considerar que era incapaz de reflejar las emociones del ser humano. En especial, aquellos que más le interesaban: la pasión, la rabia, la angustia y la desesperación. El arte abstracto le parecía casi clínicamente estéril y, por lo mismo, inútil. Tampoco le interesó sumarse a los surrealistas. En una opción que lo aisló de sus contemporáneos, optó por la realidad. Durante años le pesó: en 1936, una galería de Londres rechazó exhibir sus obras, simplemente porque ofrecía un arte que era "insuficientemente surreal".
A él le parecía inconcebible un arte alejado de la realidad. Aunque en su caso, se trataba de un mundo hostil y violento, que se reflejaba en retratos desfigurados y sufrientes. Son pinturas que le ganaron el título de "artista del horror". Sin embargo, a Harrison no le parece tan así. "Pocas veces veo horror. Veo mucho más asco. Asco consigo mismo, con la raza humana y con el hecho de que seamos mortales", dice a La Tercera.
Y eso era algo que Bacon conoció muy de cerca. Nacido en Dublín en 1909, antes de los 10 años ya había sufrido la muerte de dos hermanos y conocido el horror de la Primera Guerra Mundial. Desde niño sufrió de asma crónica: cada cierto tiempo, sentía que se asfixiaba y sólo podía calmarse con morfina.
A los 16 años, su padre lo exilió del hogar familiar al descubrir que era homosexual. Tuvo muchas parejas, pero su relación más significativa fue con George Dyer, al que conoció tras sorprenderlo robando en su departamento. Estuvieron juntos siete años, pero Dyer no soportó la presión de ser la pareja de un artista que, a esas alturas, era famoso: en 1971 se suicidó con barbitúricos, en la pieza que ambos compartían, mientras Bacon estaba afuera preparando una exhibición. El artista jamás dejó de sentir culpa y, en uno de sus trípticos más impactantes, pintó la muerte de su amante. Y continuaría retratándolo hasta el final.
Bacon trabajaba con rabia, pero también impulsividad: así como destrozó en múltiples ocasiones sus obras, también arrugaba, rayaba y destruía el material con el que trabajaba en su taller. Muchos de esos papeles inicialmente se confundieron con basura: ahora, relata Harrison, se les considera gérmenes de las obras del pintor. "Los descubrimientos de su estudio confirman qué tan privado era él y están descubriendo muchos de sus secretos. No de su vida íntima, pero sí sobre su forma de trabajar con otras imágenes", explica Harrison. "Son lo que él estudió, muy cercanamente, e investigó".
Bacon se obsesionaba con la realidad, pero no necesariamente con el mundo vivo. Jamás trabajó con modelos reales, pese a que muchos de sus retratos mostraban a sus parejas y amigos. "No era bueno para dibujar y le tomaba bastante tiempo lograr un parecido con sus modelos", agrega Harrison. "Su 'realismo' no era una copia directa de la naturaleza. El decía que los modelos vivos lo inhibían y le creo: pienso que lo insegurizaban y avergonzaban". Son conocidos los estudios que Bacon hizo de cuadros de Van Gogh y Velázquez. Pero menos se sabe de su afición a la imagen fotográfica, que fue su principal medio de acercamiento a la realidad. Le fascinaban los detalles que podía captar una cámara, y que el ojo humano, en forma natural, pasaba por encima. Por lo demás, la fotografía le daba la insospechada licencia de retratar el mundo de una forma no-ilustrativa. Era la realidad, pero no igual a ella: era su esencia emocional. Una versión mucho más intensa.
Así se explica la destrucción de los documentos de su archivo. Durante años se pensó que se debía simplemente al descuido del artista. Hoy se piensa que era su método de trabajo. Rayones, manchones, dobleces sobre fotografías y recortes de diarios y otras publicaciones no eran más que otra forma de concentrarse en ciertas partes y movimientos del cuerpo, o una ayuda para imaginar cómo un cuerpo podía ser deformado. El más importante sería su estudio de las secuencias fotográficas de cuerpos humanos de Eadweard Muybridge, que le permitieron crear formas que, aunque estáticas, demuestran movimiento.
Pero no es claro que esa misma razón haya motivado la eliminación de sus obras. Hoy, sólo sobreviven 600 de sus cuadros. Hay etapas completas, como la que va entre 1929 y 1944, que él se encargó de destruir casi completamente, cuchillo en mano. "Ciertamente, no creo que podamos encontrar todas las partes que faltan de este puzzle. No creo que querramos ni debamos, sino, mejor vamos a ver un psiquiatra", sostiene Harrison. "Mucha gente intenta desentrañar a Bacon, pero nada que podamos decir o hacer puede disminuir el efecto de sus pinturas. Aunque su psicología era extraña, las pinturas aún resuenan intensamente en personas con problemas muy distintos. Son obras que se entienden en términos universales, sobre pasiones y sentimientos muy humanos". Fuente: La Tercera
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