Saturday, October 10, 2009
Preservativos y 'curaçao' para salir del armario 'tory'
Los preservativos están dentro de una cubitera. Como si alguien hubiera querido ponerlos allí a enfriar. Los reparten dos jóvenes solícitas pero de vez en cuando entre ellos revuelve una mano de rondón. La mano de un travelo de voz ronca y pecho depilado o la de un calvo enfundado en un chaleco de punto que hurga a hurtadillas en la cubitera, delatado por el anillo de casado y la mirada culpable de quien pasa la noche lejos de los rigores del hogar.
Y sin embargo, ésta no debería ser una velada para esposos infieles sino un cónclave bufo y desenfadado. El primero que celebran oficialmente los gays y las lesbianas 'tories', que hasta hace poco eran casi una especie protegida y que empiezan a florecer ahora al calor del empeño de David Cameron por imprimir en sus filas una pátina de modernidad.
Así pues, no se puede decir que el del miércoles fuera un evento clandestino. Al contrario. Acudieron más de 600 delegados. Incluidos el presidente de los 'tories', Eric Pickles, y la responsable de Empleo del partido, Theresa May.
Los 'tories' han sido siempre un partido con clase. Un axioma más cierto si cabe en el caso de los 'tories' gays. Por eso no eligieron para el ágape un antro de poca monta sino Spirit, el epicentro en torno al cual han construido su movida los homosexuales de Manchester. Un lugar con tres espacios y una terraza para fumadores, decorado con bolas de lentejuelas giratorias y aderezado con globos rosas para la ocasión.
Se ofrecía champán a precios razonables pero los delegados no siguieron los pasos de su líder y respetaron la disciplina de partido no tomándolo por aquello de dar ejemplo de austeridad. Para qué gastarse 57 libras en una botella de Bollinger si por 2,95 se puede uno atizar el cóctel de la noche: un brebaje bautizado como 'Cameron Prime Minister' cocinado con zumo de lima y dos tercios de vodka ruso y aderezado con un chorrito de 'curaçao' azul.
Había heterosexuales camuflados, pero no sólo. Estaba por ejemplo Simon, un jovenzuelo amanerado con americana de raya diplomática y camiseta con el rostro serigrafiado de Margaret Thatcher. Y Peter, el camarero con los bíceps tatuados y una camiseta ceñida con la leyenda 'Orgullo conservador'.
También conservadores que nunca estuvieron dentro del armario como el responsable de medio ambiente, Nick Herbert, que protagonizó la anécdota de la noche cuando se le apagó el micrófono precisamente cuando estaba diciendo que nunca nadie dentro del partido le había obligado a esconder su orientación sexual. "Es tiempo de dar un paso más", dijo Herbert entre risas, "no es que los gays seamos iguales que los heterosexuales. Es que somos mejores. Mejor vestidos, más inteligentes y mucho más guapos". Un alegato que la turba jaleó con gritos de "¡Guapo! ¡Guapo!", a los que Herbert respondió citando a su esposo con recato y moderación.
Intentó empañar el acto un grupo de homosexuales en la puerta, con pancartas que denunciaban la pretendida hipocresía del Partido Conservador. Dentro, Herbert les acusó de tener miedo de perder el monopolio de la causa y levantó la ovación de la noche al decir que "los gays no son patrimonio de la izquierda ni del laborismo".
Sonaron Shakira y Lady Gaga y amenizó la velada Angie Brown, una cantante de anatomía rotunda clavada a la negra de la Orquesta Mondragón. Los condones, efectivamente, eran gratuitos. Y no de cualquier clase sino más grandes, más gruesos y con extra de lubricante. Por si lo requiriera la solemnidad de la ocasión.
Fuente:El Mundo
Los preservativos están dentro de una cubitera. Como si alguien hubiera querido ponerlos allí a enfriar. Los reparten dos jóvenes solícitas pero de vez en cuando entre ellos revuelve una mano de rondón. La mano de un travelo de voz ronca y pecho depilado o la de un calvo enfundado en un chaleco de punto que hurga a hurtadillas en la cubitera, delatado por el anillo de casado y la mirada culpable de quien pasa la noche lejos de los rigores del hogar.
Y sin embargo, ésta no debería ser una velada para esposos infieles sino un cónclave bufo y desenfadado. El primero que celebran oficialmente los gays y las lesbianas 'tories', que hasta hace poco eran casi una especie protegida y que empiezan a florecer ahora al calor del empeño de David Cameron por imprimir en sus filas una pátina de modernidad.
Así pues, no se puede decir que el del miércoles fuera un evento clandestino. Al contrario. Acudieron más de 600 delegados. Incluidos el presidente de los 'tories', Eric Pickles, y la responsable de Empleo del partido, Theresa May.
Los 'tories' han sido siempre un partido con clase. Un axioma más cierto si cabe en el caso de los 'tories' gays. Por eso no eligieron para el ágape un antro de poca monta sino Spirit, el epicentro en torno al cual han construido su movida los homosexuales de Manchester. Un lugar con tres espacios y una terraza para fumadores, decorado con bolas de lentejuelas giratorias y aderezado con globos rosas para la ocasión.
Se ofrecía champán a precios razonables pero los delegados no siguieron los pasos de su líder y respetaron la disciplina de partido no tomándolo por aquello de dar ejemplo de austeridad. Para qué gastarse 57 libras en una botella de Bollinger si por 2,95 se puede uno atizar el cóctel de la noche: un brebaje bautizado como 'Cameron Prime Minister' cocinado con zumo de lima y dos tercios de vodka ruso y aderezado con un chorrito de 'curaçao' azul.
Había heterosexuales camuflados, pero no sólo. Estaba por ejemplo Simon, un jovenzuelo amanerado con americana de raya diplomática y camiseta con el rostro serigrafiado de Margaret Thatcher. Y Peter, el camarero con los bíceps tatuados y una camiseta ceñida con la leyenda 'Orgullo conservador'.
También conservadores que nunca estuvieron dentro del armario como el responsable de medio ambiente, Nick Herbert, que protagonizó la anécdota de la noche cuando se le apagó el micrófono precisamente cuando estaba diciendo que nunca nadie dentro del partido le había obligado a esconder su orientación sexual. "Es tiempo de dar un paso más", dijo Herbert entre risas, "no es que los gays seamos iguales que los heterosexuales. Es que somos mejores. Mejor vestidos, más inteligentes y mucho más guapos". Un alegato que la turba jaleó con gritos de "¡Guapo! ¡Guapo!", a los que Herbert respondió citando a su esposo con recato y moderación.
Intentó empañar el acto un grupo de homosexuales en la puerta, con pancartas que denunciaban la pretendida hipocresía del Partido Conservador. Dentro, Herbert les acusó de tener miedo de perder el monopolio de la causa y levantó la ovación de la noche al decir que "los gays no son patrimonio de la izquierda ni del laborismo".
Sonaron Shakira y Lady Gaga y amenizó la velada Angie Brown, una cantante de anatomía rotunda clavada a la negra de la Orquesta Mondragón. Los condones, efectivamente, eran gratuitos. Y no de cualquier clase sino más grandes, más gruesos y con extra de lubricante. Por si lo requiriera la solemnidad de la ocasión.
Fuente:El Mundo