Friday, November 27, 2009

 
Una transexual es "la mujer del año"


El Congreso argentino entregó su premio anual a "la mujer destacada de 2009" y este año desató una polémica: la ganadora fue una transexual que libró una larga batalla judicial para conseguir un documento de identidad con nombre femenino.
Marcela Romero, de 45 años, es vicepresidenta de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (FALGBT), y una reconocida activista por la derogación de los códigos de faltas vigentes en muchas provincias de Argentina, por los que el travestismo es considerado una actividad criminal.
La Cámara de Diputados destacó que la designación era un llamado para "intentar que ninguna persona tenga en el futuro que esperar 10 años o más para lograr un documento nacional de identidad con el nombre que se corresponda con su identidad de género".
Ese tiempo le llevó a Romero, 10 años de transitar por pasillos de tribunales y responder a su nombre masculino cada vez que llegaba a una oficina pública. Hasta agosto de 2009, cuando recibió una nueva carta de identidad que se condice con su cabellera rubia platino, sus labios rojos, sus senos, los movimientos gentiles de sus manos.

¿Cree que el premio sirve sobre todo para dar visibilidad a su causa?

Sí, es una demostración de que el trabajo que estamos haciendo empieza a ser tomado en cuenta: el de exigir la ley de identidad de género.

¿Cuáles son las mejoras concretas que permitiría la aprobación de la ley?

Mejoraría la calidad de vida porque nos permitiría acceder a todos los beneficios que da el Estado y a políticas públicas específicas para nuestra comunidad, y abriría la puerta para empezar a trabajar en conjunto con el gobierno para disminuir la violencia de género que existe en nuestro país.
Sabemos que las mujeres somos víctimas de una violencia patriarcal y los transexuales están incluidos dentro de esa población.

¿Cuáles son, desde su experiencia, las formas que toma esa violencia?

En Argentina (en 14 provincias) rigen los códigos contravencionales desde hace 30 años, son códigos de la dictadura militar (...) Todavía esas normas permiten, por ejemplo, que nos detengan en las calles y nos retengan entre 24 horas y un mes sólo por usar vestimenta femenina.
O dan espacio a humillaciones por parte de organismos públicos, donde no tenemos derecho a una nueva identidad.

¿Cuál fue el momento en el que usted sintió que tenía que buscar esa nueva identidad?

Yo empecé hace 11 años el proceso, mi demanda fue aceptada pero después de demoras en los papeles y de someterme a muchas reuniones con psicólogos y psiquiatras y peritos, que me decían cosas terribles.
Una era la idea de que nunca iba a poder ser mujer porque nunca iba a poder tener hijos, y me parece espantoso que alguien que está en el Estado tenga esa idea de lo que significa ser mujer.

Usted adoptó un hijo, sin embargo, antes de tener su nuevo nombre oficializado…

Sí, lo adopté cuando él tenía 18 meses y hoy tiene 21 años, y asumí un montón de roles en los que también experimenté muchas formas de violencia.

¿Y cree que la ley es la solución, que con la norma basta?

Ya hay una jurisprudencia sobre estas cuestiones y eso hay que plasmarlo en leyes. Y hay buenas prácticas en otros países. Varios latinoamericanos tienen sus leyes, como México, Ecuador y, desde hace unos meses, Uruguay. La ley aquí tiene que salir ya.

Sin embargo, hay legisladores que se oponen y anticiparon que no van a dar su apoyo…

Por supuesto que hay señores en el Congreso con una mentalidad… (se ríe). Pero hay diputados y senadores jóvenes, ya hay dos generaciones que conviven con nosotras.
Lo vemos diariamente cuando vamos por la calle: para los jóvenes no existís, no hay prejuicio, mientras que las personas mayores te miran, se codean, se ríen...

¿Cree que todavía es mayoritaria la asociación entre travestismo y prostitución, que es casi un estereotipo?

Sí (...) Si hay leyes que no me dejan avanzar como persona y no tengo opción de inserción laboral o de seguir con mi educación con la identidad que elegí, no tengo opción y no tengo más salida que dedicarme a la prostitución. La sociedad tiene que entender que, para revertir eso, necesitamos gozar de todos los derechos que brinda el Estado.

Fuente: BBC
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